Covadonga del Nero
Lunes, 19 de junio 2023, 01:08
La calle Muñoz Degraín. Fue a comienzos del siglo pasado cuando se proyectó la apertura, por el suroccidente de la ciudad, de una calle de primer orden que, partiendo de San Lázaro, siguiera hacia La Argañosa y se prolongara hasta las iglesias del Naranco; pasando ... tras el cerro de San Cipriano y siguiendo desde el Fresno. Una vía principal que conectara buena parte de la localidad. Precisamente ese inicio de la calle es la que se conoce como Muñoz Degraín, conexión entre González Besada y San Lázaro. En sus primeros años abarcaba únicamente entre González Besada y Sacramento, hasta la ya desaparecida iglesia de las Camelitas. Fue en 1925 cuando se prolongó hasta la rotonda de San Lázaro. El nombre del pintor Muñoz Degraín se debe a que este que había erigido en Valencia un monumento al ovetense Cabo Noval. Por ello, el Ayuntamiento acordó dar su nombre a una calle de la ciudad.
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Las andadas empresariales de Natalia Díaz y Pedro Sánchez comenzaron hace más de una década con una frutería en la avenida de El Cristo. Fue hace diez años. Cuando quisieron ampliar sus dominios abrieron un nuevo negocio en la calle González Besada que, un lustro después se trasladaría a Muñoz Degraín. «Cambiamos de una acera a la de enfrente y notamos muchísimo la diferencia», aseguran ambos fruteros. En aquel momento quisieron instalarse en esta zona por ser «salida directa de Oviedo, cercano a nuestra otra tienda de El Cristo». Y, sin duda, han acertado. Es una de esas tiendas de barrio que siempre están llenas de gente, con un constante goteo de gente entrando y saliendo. «El motivo principal del cambio era que este local era más pequeño y quedaba de camino para nuestros clientes», explica Díaz. También tienen clientela gracias al resto de negocios: «El supermercado, el colegio de Las Dominicas o la academia de inglés atraen a bastantes familias». Además, «el paso de coches nos beneficia, estamos muy contentos con nuestra ubicación». Aunque, si bien es cierto, la calle «ha ido decayendo un poco con varios negocios cerrados».
Era una papelería del barrio de toda la vida, que hace ocho años Leticia Noval y Tatiana Cabal, compañeras de estudios de Fotografía y Diseño, decidieron coger ante el traspaso del negocio. ¿El motivo? «Estábamos buscando trabajo y decidimos lanzarnos a la piscina; además podíamos incluir diseños en el pequeño comercio, con recordatorios de comuniones», explica Noval. Ella es vecina de esta vía, en la que está «contenta», mientras su compañera es de San Lázaro. Les quedaba cerca, pero les impulsó «esa potencia comercial que era entonces algo más que ahora, ya que se encuentra en horas bajas». La situación, achaca Noval, se debe «a las rentas de los locales, que son muy altas; y a la pandemia, que afectó a varios negocios». Además, en su opinión, «la cercanía con un edificio de la Universidad de Oviedo, la llegada de los estudiantes del MIR, el parque de Invierno y los colegios son un valor añadido» para una zona «envejecida». Les falta, exponen, algo: «Alumbrado navideño, que nunca tenemos por esta zona y también la necesitamos». Eso sí, a pesar de estar cerca del centro de Oviedo, «se vive como barrio, tenemos clientes que llamamos los parroquianos porque vienen a diario».
La de Asunción González es una de las tiendas más longevas de la calle. Cogió las riendas del negocio hace veinte años, cuando, después de dos trabajando para un agente que era el propietario de la parafarmacia y varios años dedicados al mundillo, «decidí lanzarme a la piscina y emprender». Eso sí, «sin saber que era tan difícil la vida del autónomo». El sí lo dio por conocer el oficio, pero también «porque conocía el barrio, sabía cómo funcionaba y que podía salir bien». Y parece que tuvo buen ojo. Dos décadas después vio pasar «muchos negocios» que abrieron, también que cerraron, y los que se mantienen. En aquellos inicios, recuerda, «era una zona muchísimo más comercial, sin locales vacíos, ahora se ven algunos». Mientras ha ido «muriendo un poco, esta zona sobrevive como puede, gracias también al paso de vehículos, los colegios... dan bastante vida a la calle». También destaca que se trata de «un barrio envejecido, pero como toda Asturias». La fidelización de sus clientes también se debe a su veteranía: «En esta calle vive mucha gente, sobrevivo gracias a esa clientela fija», que es la que escoge el comercio local por encima de todo». Aunque mantiene que «es un buen barrio comercialmente hablando».
Las hermanas Elena y Belén Blanco nunca han movido su negocio del número 8 de la calle Muñoz Degraín. «Siempre en este mismo local, sin movernos», destacan. Escogieron la zona porque vivían cerca de la calle y «nos gustaba cómo estaba creciendo», asegura Elena Blanco. Y dice «estaba» porque por aquel entonces «no estaban construidos algunos de los edificios, muchos de ellos no estaban en la calle aún». De hecho, cuando decidieron emprender en su papelería «estaban construyendo el edificio de al lado». Siendo, casi con seguridad, el negocio «más longevo de la calle», continúan remando para mantenerse entre el comercio local. Han visto cómo «muchos cerraban, por las crisis y los precios de los alquileres». Este aumento de precios provoca que «la población de la zona esté envejecida porque los jóvenes no pueden alquilar en esta calle», lo que repercute directamente en el comercio local. Y la calle «ha mejorado, la asociación consiguió que se nos quitara muchísimo tráfico». Hace más de treinta años, recuerdan, «parecía una carretera más que una zona dentro de la ciudad». Si algo les perjudica, señalan, es «el IBI, casi al nivel de la calle Uría; esta es una buena calle, pero no es una calle central».
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