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covadonga del nero
Lunes, 31 de octubre 2022, 00:50
La calle Magdalena. El origen del nombre es de lo más curioso. Es el de la capilla entre los números 8 y 12 de la calle, que fue restaurada a principios de los años 90 del siglo pasado. Un edificio que fue cofradía, alberguería y ... hospital de la Magdalena. La calle, tal y como se puede apreciar aún hoy día, es el inicio del ensanche de Oviedo, hace cuatro siglos, hacia el sur –llegando ahora al parque del Campillín y, posteriormente, a la Ronda Sur–. Fue, además, en el siglo XIX cuando fue propagándose el desarrollo del comercio iniciado en la calle Cimadevilla. Es, a día de hoy, la segunda calle con más tránsito de personas –por ser peatonal– de toda la capital asturiana. Precisamente por ser nexo conector de los barrios de Santo Domingo, San Lázaro, Villafría u Otero, entre otros, con la plaza del Ayuntamiento, lo más céntrico de la ciudad. Una calle llena de comercio local en sus poco más de cien metros de longitud.
Hace siete años, el que entonces era el marido de Cruz Rilo tenía una clínica de osteopatía y el matrimonio decidió emprender. Querían «un lugar cerca de la consulta y con mucho movimiento», y encontraron un local en la calle Magdalena. Allí, comenzaron como herbolario, exclusivamente, y después, ahora que solo Rilo lleva las riendas del negocio, incluyó regalos, minerales «y abrí un poco la oferta». La dueña de by Capella está «enamorada del casco antiguo de Oviedo» y cree que fue «un verdadero acierto» escoger la calle que «une el parque del Campillín con el Ayuntamiento», ya que, en sus palabras, «el tránsito de personas es constante, además de todos los turistas que pasan a diario».En la actualidad, solo Cruz Rilo trabaja en el negocio –en el pasado sí contaba con una empleada–, pero los gastos, hoy día, son «muy superiores a los de entonces». Para mantener «una factura asequible», ha llegado a apagar, además del escaparate durante la noche, siete fases de luz, y «ahora pago dos veces más en las facturas». Y eso que no ha llegado el invierno. «La parte de atrás ya no la enciendo, excepto que venga alguien, y aun así, las cifras de este invierno serán de escándalo».
María Cachero lleva «años ya aquí», ni siquiera sabe la cuenta, en la calle Magdalena con su negocio, El Último Mono, que «se lo cogí a los anteriores, que ya lo tenían funcionando». Decidió seguir los pasos de sus antiguos dueños porque «había leído que esta era la segunda calle de Oviedo con más tránsito, después de Doctor Casal». «Es una zona buenísima, que une los barrios de San Lázaro y Otero con el centro de la ciudad», asegura, como puntos fuertes de una calle que, para Cachero, «está abandonada, como todo El Antiguo, y que necesita ayuda». Como ejemplo, señala «un andamio que lleva aquí años ya, se colocó para evitar que se cayera el edificio y lo han derruido, manteniendo la fachada, pero aquí siguen los metales». Una espera que «no entendemos, es una zona que es Camino de Santiago, pero solo para lo que se quiere;seguimos esperando que se invierta en una mejora y un mantenimiento del casco histórico».
Roberto Rodríguez trabajó durante la mayor parte de su vida –cuarenta y dos años– en la librería Ojanguren, en pleno casco histórico de la capital asturiana. Su fin entre libros se debió «al cierre del negocio», pero «tenía mucho conocimiento de todo El Antiguo y conocía a mucha gente», así como su pareja, María Julieta Cueto llevaba «muchos años trabajando en hostelería». Así que decidieron coger el negocio de la calle Magdalena, «porque sabíamos que era una buena zona, es la segunda calle con más tránsito de todo Oviedo». Ese movimiento «fue una realidad» y ya llevan diecisiete años al frente del negocio hostelero.Aunque, en la actualidad, «solo pienso en la jubilación», pues los precios han crecido demasiado y «si antes pagábamos trece euros por bombona, ahora son 19,70 euros». Y algo peor es la factura. «Ya nos han avisado de que nos llegará más del doble, superando los mil euros de luz», frente a los 500 que pagaban hasta ahora. A eso hay que sumarle «una renta altísima, cerca de 2.000 euros». Unas cifras que demuestran que «cuando empezamos éramos seis trabajando, ahora estamos, además de mi mujer y yo, un único empleado; cobramos lo que sobra de todos los gastos».
Montse Álvarez lleva toda la vida dedicada al negocio de la peluquería. En concreto, lleva veintidós años, desde la entrada del nuevo milenio, favoreciendo la belleza de sus clientas. Pero hasta la pandemia lo hacía en la calle Campomanes. «Justo terminamos de realizar el traspaso cuando tuvimos que cerrar, así que la apertura oficial fue en mayo de 2020», recuerda Álvarez. Así, se trasladó apenas unos metros, a la calle Magdalena porque «la renta del alquiler era más rentable en esta calle, además de tener mucha más afluencia de gente».De hecho, está convencida de que «el cambio ha sido todo un acierto». Esto, porque la escasa distancia con el anterior local le ha permitido «mantener la clientela» y el tránsito en la calle «nos ha permitido crecer». Aunque, ahora con la crisis energética, «hemos notado cómo ha aumentado la factura de la luz, el doble que antes de la subida de precios». Y, además, señala, que cuenta con cuatro empleadas. «Nosotras no podemos prescindir de la luz, la necesitamos para todos nuestros tratamientos», se lamenta Álvarez. No obstante, está convencida de que el cambio «ha merecido la pena, esta calle es de las mejores de Oviedo».
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