covadonga del nero
Lunes, 30 de enero 2023, 03:43
La calle Arzobispo Guisasola. Esta es la antigua calle de los Ángeles, que durante los inicios del siglo XX se comenzó a llamar Puerta Nueva Baja. Pero fue el día 9 de octubre de 1903, hace ya 120 años, que por acuerdo municipal la calle recibió nombre. En 1937, el 11 de noviembre, se acordó restablecer la antigua nomenclatura de Puerta Nueva Baja y el último cambio se realizó el 5 de octubre de 1945, se resolvió rotular nuevamente con el nombre de Arzobispo Guisasola. Esta calle, que vivió tanto cambio de nombre, era la prolongación que llegaba a la entonces carretera de los Monumentos, ahora Muñoz Degraín. A consecuencia de las reformas que dieron lugar la casi total destrucción del barrio durante el sitio de Oviedo, en la actualidad la calle Aezobispo Guisasola comprende también las antiguas calles de la Luneta y de San Roque. Se sitúa en la parte alta del parque de El Campillín.
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Hace más de cuarenta años, María del Pilar Viesca Alonso y Francisco Alonso García llegaron a la capital del Principado «sin tener ni idea de carnes ni de nada parecido». Inmigrantes, trataron de buscarse la vida y «tras no encontrar nada, decidieron empezar en este negocio, porque ya había una carnicería aquí antes». Habla su hijo, Alfredo Alonso Viesca, quien ahora se ocupa del negocio familiar, instalado en el número 24 de la calle Arzobispo Guisasola, junto a su madre. «Mi padre aprendió a deshuesar gracias a un hombre que trabajaba aquí cerca y mi madre fue autodidacta», explica el hijo de ambos. Y desde entonces, esa fue su calle. «Yo me incorporé al negocio familiar cuando mi padre se jubiló y hasta hoy», explicó. Ahora, con cuatro décadas a las espaldas de la familia Alonso Viesca y habiendo vivido gran parte de la vida de los tres familiares en la calle Arzobispo Guisasola, Alfredo Alonso asegura que «es una zona muy buena, tiene mucha población y pasa mucha más que va hacia el centro desde los barrios de San Lázaro, Otero y Villafría». También cree que «el estar frente a un paso de peatones, beneficia a los comercios de la zona, que conecta con la parte baja».
La pandemia truncó los deseos de multitud de asturianos, pero también abrió un abanico de posibilidades para quienes tuvieron la oportunidad de ver más allá de lo negativo. Pero si algo hizo fue paralizar durante tres meses la vida. Justo los meses en los que Eugenia Aira tenía marcado el gran día en el que su nueva tienda de moda abriría sus puertas al público. Entonces, tuvo que retrasarlo hasta el mes de mayo de 2020. La elección de la zona fue porque «estaba buscando un local cuyo tamaño me permitiera tener este negocio sola», sin necesidad de contratar a algún empleado. Además, el precio del alquiler de los locales de esta zona «era mucho más bajo que los de El Fontán», donde ella había trabajado en el pasado. Otro punto más para abrir en la calle Arzobispo Guisasola. Así, ahora con casi tres años de vida, la tienda de moda sobrevive en esta calle, donde algunos locales se encuentran cerrados. Entre las ventajas, Aira encuentra la afluencia de gente por dicha calle. «Se ve mucho movimiento a diario, además el estar al lado de una farmacia también es positivo para mí», porque los clientes de otros comercios pueden fijar la vista en su escaparate y realizar sus compras.
Hay que remontarse setenta y cuatro años atrás para conocer las primeras ventas de alimentos en La Granja, todo un referente entre los negocios de la calle Arzobispo Guisasola. Manteniendo su nombre sobre azulejos, como antaño, la tienda de alimentación empezó a rodar «cuando se construyó el edificio» en el que se encuentra. Entonces, José Antonio Menéndez y María Dolores Sacristán encontraron el local de esta vía y, tal y como cuenta ahora su hijo Julio César -quien regenta el negocio junto a su hermano, José Antonio-, «decidieron abrir algo parecido a un ultramarinos», hoy reconvertido en un pequeño supermercado de barrio. Si algo remarca como uno de los motivos de éxito del negocio es «la cantidad de gente que pasa a diario de camino a El Fontán» por la calle de arriba de El Campillín. «Hemos visto cómo cambiaba la calle, pero también cómo cada vez más gente vivía en Otero y San Lázaro, mientras crecía Oviedo», explica Julio César Menéndez. Ahora, la zona de aparcamiento y de carga y descarga próxima a los negocios les parece «un plus para los proveedores que pueden parar en cualquier momento del día, frente a otras zonas de la ciudad».
Fue en 2014 cuando el restaurante Las tablas del Campillín abrió sus puertas en la calle Arzobispo Guisasola frente al parque que da nombre al establecimiento hostelero, con las vistas privilegiadas. Entonces, Juanjo Cima buscaba una zona concreta y lo tenían bastante claro. «Tiene mucha vida, tiene una economía circular increíble, muchos comercios pequeños, la gente que ve tiene muy buena sintonía...», enumera Cima, que vio en esta zona la oportunidad de que su negocio «podría vivir de la gente del barrio», pero también «está cerca de la zona turística» para poder incorporar al turista. O incluso a vecinos de otros barrios, pues «tiene buen aparcamiento y tiene muy buenos servicios» Ahora, nueve años después, «nos hemos sentido muy bien y muy queridos, queremos quedarnos ahí todo lo posible, es uno de los barrios más bonitos de Oviedo y con más vida». Porque allí conviven «los más jóvenes, estudiantes MIR y universitarios, y los más mayores, vecinos de toda la vida». Tal y como relata Juanjo Cima, es «la combinación ideal, el poder ver en nuestro local a jóvenes cenando en una mesa y a mayores tomándose un vino durante el fin de semana».
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