Lucas Macías, ante el Teatro Campoamor. MARIO ROJAS

La música como epicentro de todas las cosas

Joven experimentado. Lucas Macías es onubense, toca el oboe y dirige la orquesta Oviedo Filarmonía. Habla pausado, se piensa lo que dice, sonríe mucho y es melómano; juega al tenis y dedica todo el tiempo que no le roba la música a sus dos hijos

Domingo, 25 de agosto 2024, 02:00

No podía ser otra cosa que melómano. Toca el oboe y dirige una orquesta. Solitario pero no esquivo. Vive por y para sus hijos desde que falleció su mujer no hace mucho. Muy guapo, o al menos eso dicen las mujeres; agradable, muy educado, habla con suavidad, pausado –que no lento–, sonríe mucho y siempre deja una especie de pausa dramática antes de responder a cualquier pregunta, como si se lo pensara. La mirada es dulce, aunque en lo más profundo trasluce, en algún momento, un chispazo de tristeza por haber perdido el amor. Al menos eso parece.

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Con el maestro Claudio Abbado.
La primera vez que dirigió una orquesta, en Buenos Aires.
Con el director de la Scala de Milán, Riccardo Chailly.

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Lucas Macías Navarro (Valverde del Camino, Huelva, 1978) es el director de la orquesta Oviedo Filarmonía. Llegó a Oviedo en 2018 «porque Cosme Marina (director artístico de la Fundación Musical Ciudad de Oviedo) me invitó a dirigir cuando yo era director asistente en la Orquesta de París».

Cuando ya todo estaba más o menos apalabrado pensó en cancelar lo de Oviedo «porque mi mujer enfermó pero continué con el plan. Si hubiera cancelado, mi vida sería completamente diferente pues no hubiera llegado a ser el director de Oviedo Filarmonía». Una encrucijada de vida que marcó el devenir profesional y vital.

A raíz de esa invitación y como Oviedo Filarmonía no tenía director en ese momento, «me lo ofrecieron y acepté no sin saber que los músicos habían votado a favor de mi incorporación».

Cuando llegó a Oviedo «era de noche y me quedé en el hotel AC y la ciudad me dio la impresión de ser como algo de Irlanda o Edimburgo porque Oviedo tiene ese punto meteorológico muy británico». Evidentemente llegó en invierno.

Pero de Oviedo no sólo le llamó la atención el tiempo, también «el toque centroeuropeo de ser una ciudad muy práctica, limpia y con todo a mano».

Lucas Macías tiene dos hijos, Emil (10 años) y Matís (7 años). «Son lo más grande que tengo y me encanta estar con ellos e intentar meterme en su piel porque viven el presente, lo exprimen al cien por ciento y eso me ayuda». Le gusta correr y jugar al tenis, pero siempre vuelve a la música, ya sea para trabajar o como entretenimiento. Se considera una persona solitaria porque «viajo mucho y siempre voy solo», pero no vive en soledad.

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Más allá de la música clásica, es un enamorado de Pink Floyd, Dire Straits, Phill Collins o Paco de Lucía y aunque no tiene mucho tiempo, le gusta leer. Eso sí, siempre asuntos relacionados con la música clásica. «Ahora estoy con varias biografías y con libros de correspondencia entre compositores».

«La música me da alas. Es la mejor terapia y la mejor medicina que puedo tener». Con el paso de los años y el fallecimiento de su mujer, Lucas Macías sólo le pide a la vida «un poquito de sosiego dulce, que llevo unos años de masacre emocional y necesito ver crecer a mis hijos y poder estar al lado de ellos en ese camino».

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