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Lunes, 5 de octubre 2020, 01:40
Corría 1966 cuando la Corporación, a la sazón presidida por Antonio Rico de Eguíbar, decidió abordar «una solución duradera» para el paseo de Los Álamos. La prensa especuló con la posibilidad de rebanarle unos buenos metros para aparcamiento, de aquella una obsesión constante ante el crecimiento del parque automovilístico y que no tendría solución sino unos años más tarde con la construcción del estacionamiento de La Escandalera. El plan municipal, finalmente, respetó el ancho del paseo dejando catorce metros, sustituyó los árboles plantados en los cincuenta por otros crecidos -cambiados de nuevo en los noventa por magnolios- y dejó una «solución duradera»: lo que la prensa definía entonces como «piso de pavimento portugués en, al menos, dos colores, y formando dibujos». Dibujos, ni más ni menos, que del pintor Antonio Suárez.
Las obras se alargaron más de la cuenta. El contratista Pedro de Elejabeitia asumió los trabajos por cerca de 3 millones de pesetas, sumadas las 263.000 pesetas de coste del murete de separación con el Campo que se añade sobre la marcha al proyecto. Su prueban varios dibujos hasta que Rico de Eguíbar ataja el problema al encargar al pintor Antonio Suárez «un boceto». El artista entrega entonces «seis cartones de 4 por 9,5 metros cada uno», que multiplicados por doce cubren todo el paseo. Ni aún así acabó la polémica, «porque cuando llueve las aguas se estancan, revelando la falta de ese perfil preciso para que no se produzcan encharcamientos» y resbalones, censuraba la prensa.
Ya dio igual. Miles de niños han caminado, absortos, con los ojos en el suelo tal vez resbaladizo, siguiendo las líneas que el mármol rojo y azul trazan y no llegan a ningún lado sobre el fondo blanco del paseo desde entonces. Y una vez crecidos, han comprobado cómo el deterioro ha acabado por arruinar el conjunto.
El abandono del Campo de San Francisco lleva años en la agenda política municipal sin que ni siquiera se haya podido solucionar la rehabilitación del kiosco del Bombé, que acumula pleitos y dos recientes licitaciones desiertas. Fracasado este capítulo, el equipo de gobierno ha descartado el concurso de ideas lanzado por el tripartito y anuncia la contratación de un plan especial que avale la recuperación de la huerta de los franciscanos. Mínimo, dos años de trámites.
De momento, parches. «Se está preparando un proyecto para arreglar la pavimentación de todo el parque», explican desde la Concejalía de Urbanismo. ¿Todo? Todo no, «excepto el paseo de Los Álamos». «Incluirlo lo ralentizaría mucho todo e impediría poder actuar ya en el Campo», explican las mismas fuentes, que recuerdan su catalogación como jardín histórico y las complicaciones que conlleva. Con todo, el Ayuntamiento admite que no tiene proyecto para reparar el mosaico de Antonio Suárez. «Es una obra de arte y las restricciones son aún mayores».
La última vez que se retocó, en el año 2000, hubo protestas por el resultado. Las partes nuevas no eran del material original y destacaban sobre el rompecabezas, el que forman las piezas elegidas hace 54 años y el que tiene pendiente devolverle su esplendor.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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