La calle San Lázaro es una cuesta comercial que enlaza Arzobispo Guisasola con la entrada a la zona de los Arenales. Ampliamente transitada por vehículos que entran y salen de la ciudad, se ha convertido en el punto de reunión de diversos comercios de primera ... necesidad que han ido creciendo con el tiempo o que han surgido a raíz de los últimos años.
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Los próximos proyectos urbanísticos en el barrio, como la deseada construcción de las torres de San Lázaro, la rehabilitación de La Malatería y la construcción de chalés en unos solares de La Manjoya, hace que los comerciantes se muestren optimistas y deseosos de un futuro cercano, en que eso repercuta y «traiga más población joven»
Uno de esos que ven el vaso medio lleno es José Luis Álvarez, dueño de la Tintorería Vetusta. Lleva abierto desde 1996, a cargo de este hostelero reconvertido desde 2018. «Tengo un amigo tintorero que sus padres también lo eran, me contó que este negocio se traspasaba y vine, vi y vencí», recuerda. Como fue novato en el sector, alega que «no habría salido adelante» sin Pilar Menéndez, trabajadora del local con la propiedad anterior y «piedra angular» de un negocio que sigue atendiendo a una buena plantilla de clientes. La visión de este comerciante respecto a San Lázaro es que «esta manzana es buena porque tiene mucho paso de gente y si cuentas las expectativas del barrio con las torres, La Malatería y los solares de La Manjoya ya es mejor».
La barbería dirigida por los hermanos Franscisco Javier y Jonathan García lleva casi dos años formando a los futuros profesionales del sector; bajo la vigilancia también de 'Pepo', el fiel perro bodeguero que «siempre anda por aquí».
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El más veterano de los dos, Fran, lleva treinta años en el sector. Asegura que «los comienzos siempre son difíciles»; sea cual sea la calle, aunque sea San Lázaro, una zona en la que «nos conoce todo el mundo porque llevamos muchos años aquí». Aun así, para Jonathan «es una buena calle, con mucha gente joven en el barrio».
Cruzando la calle, en Martínez Osorio Joyeros llevan desde 1998 al servicio del barrio. Abierta por Alfredo Martínez, hoy en día es su hijo, el joyero y relojero, Adolfo José Martínez, el que se encuentra al otro lado del mostrador, atendiendo a la veterana clientela que acude a reparar sus piezas más preciadas.
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Negocio familiar por excelencia en San Lázaro, Adolfo destaca que es «una calle de barrio», con clientes fieles de toda la vida que «ya te conocen, porque esto no es como el centro con gente de paso» que viene y va. De ahí que aprecie San Lázaro como «una buena calle, aunque esperemos que con los nuevos planes se atraiga a más gente».
Procedentes de Ibiza, la pareja formada por Carolina Ferrari y Rafa Rionda se «enamoraron del barrio» hace unos años, tras la pandemia. Esa época les enseñó que «no se pueden tener todos los huevos en la misma cesta». De ahí que pensaran, «¿qué puede haber que la crisis no machaque mucho? Pues un euro en gominolas». Tras asentarse en San Lorenzo, hace un mes nació el kiosco Conosin, en el barrio de infancia de Rafa. «Para mí esta es la milla comercial, la conozco de hace muchos años y no la cambiaría», concluye.
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