DANIEL LUMBRERAS
OVIEDO.
Miércoles, 23 de mayo 2018, 03:47
Ocho siglos después de que doña Velasquita donase una capilla a los sastres y hombres buenos de la ciudad, la del Martes de Campo en el parque de San Francisco es una tradición que resiste en una sociedad líquida, de teléfonos inteligentes y dietas ... que no lo son tanto. El bollo preñao y la botella de vino blanco suenan al folclore de los abuelos. Pero ayer, por un día, y a pesar de la competencia de la celebración en otras partes de la ciudad o la tentación de ir a la playa en un festivo sin nubes por primera vez en mucho tiempo, fueron miles las personas que soltaron los teléfonos y acudieron a ocupar el gran espacio verde de la ciudad. De todas las edades y procedencias. Menos que el año pasado y replegados a las sombras, pero fieles.
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Salvador Diez, «de Oviedo de toda la vida», fue uno de esos incondicionales del parque. «Quien dice Martes de Campo dice Campo de San Francisco, no se puede ir a otro sitio». Lo eligió porque «es un recuerdo de donde nací, un lugar 'afayadizu' (agradable de estar)». «Cuando éramos jóvenes traíamos la guitarra, ahora el vino», bromeó.
La Sociedad Protectora de la Balesquida, por boca de su presidente, José Antonio Alonso, había llamado a los ovetenses a volver al Campo. El dirigente reconoció que «es muy difícil» revitalizar la tradición, que será «con el tiempo», pero que «poco a poco vamos recuperando. A ver si conseguimos dar más atractivo al reparto».
Pese a todo, para Alonso la jornada transcurrió «de maravilla. Con este día todo fue un éxito, un reparto muy tranquilo. Vinieron la mayoría de los socios, más que el año pasado, y estamos muy contentos». De los 4.200 bollos y botellas de vino que había preparado la Sociedad Protectora no sobró ninguno. No obstante, fueron 2.500 menos a distribuir que el año pasado, dado que, por primera vez, la Antigua Cofradía de La Balesquida -enfrentada con la Sociedad hasta por el uso del nombre, que ganaron en los Juzgados para sí- repartió por su cuenta los bollos a sus miembros.
Un sol primaveral, aunque demasiado intenso para exponerse a él, animó a miles de ovetenses y visitantes a acercarse hasta el popular parque, donde abundaron familias, amigos, música y viandas. Tanto el paseo del Bombé, con las doscientas mesas y mil sillas de plástico ocupadas, como los prados estaban salpicados de gente disfrutando de una copiosa comida. Muchos acompañaron el bollo y el vino blanco con sidra, tortilla o empanadas, pero había quien se lo tomaba tal cual, como la familia de Javier Bragado: «Somos de Gijón. Vivíamos allí y ahora en Oviedo. Tradicionalmente venimos al Campo. También fuimos al Pura Tomás, pero nos gusta más aquí, hay más ambiente y está muy cuidado».
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Y es que entre los ovetenses de adopción la costumbre cala. La familia de Sofía Santacruz, originaria de Paraguay y República Dominicana, se trajo hasta una tienda para las niñas similar a una carpa de circo y productos típicos, como la sopa paraguaya. «El Campo es muy divertido, vamos a jugar a la pelota», dijo la pequeña Abigaíl Alves. La mexicana Iris Pedrón exhibió unos originales bollos decorados como si fuesen cerditos, con ojos y nariz. «El Campo es lo que más nos gusta, lo más populoso. Hay buen tiempo y mucha gente. Parece que todo está confabulado para bien», defendió su familiar José Luis Robledo.
El parque también fue lugar de encuentro para amigos, como los del tinetense Eloy Camorras, que acudió con sus compañeros de Ensidesa, hoy Arcelor. «Tenemos tortilla, quiche, aceitunas, queso de cabra... Hay muy buen ambiente. Venimos porque nos gustan los coros y las danzas, nos encontramos muy jóvenes», aseguró. Tanto les gusta el Martes de Campo que la noche pasada «no nos acostamos».
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Por allí se pasaron a disfrutar rostros conocidos de la ciudad, como el presidente del Centro Asturiano, Alfredo Canteli; el presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, Jaime Álvarez-Buylla, o el director general del Banco SabadellHerrero, Pablo Junceda. No faltó a recoger el bollo, muy jovial a sus 96 años, el exbancario Santos Muñoz, nuevo Socio de Honor de la Protectora.
Tras la comida, mucha gente bajó hasta el Paseo de los Álamos a tomarse un helado; siguiendo la tradición, se formaron colas delante de Verdú. La fiesta continuó por la tarde con un festival de la canción asturiana, en la que participaban Belén Arboleya o Jorge Tuya, y una romería popular en el Bombé, amenizada por la Orquesta Fábula. Primero, a mediodía, muchos escucharon o bailaron al son de los tambores, las fanfarrias y la Banda de Música Ciudad de Oviedo. La danza y la folixa se prolongaron hasta la caída del crepúsculo. Bajo el cielo azul, sin nubes, olía a verano, a fiesta de prao, a felicidad sin estar pendiente del reloj. Muchos repetirán.
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