La librera a la que le fascinan los números

Hija de José y Marcelina, esta ovetense es la mediana de tres hijos y se crió en una familia trabajadora. «Mis primeros caprichos comienzan cuando quería ir a las cuatro de la mañana con mi padre a repartir con su coche la prensa en la zona de Morcín». Por el día, él era perito tasador, un trabajo que ahora continúa su hermano mayor. El pequeño, como ella lo define, es «el que vale para todo, el manitas de la familia».

Estudió entre los Dominicos y las Teresianas y «allí es donde ya me di cuenta que en los libros había cosas muy interesantes» aunque siempre le fascinaron los números. Se licenció en Informática por la Universidad de Oviedo y durante veinticinco años trabajó para el grupo Prisa. «Era la responsable de la logística del Noroeste y siempre con buenos resultados y cumpliendo objetivos».

Eran los años de bonanza donde «informatizamos oficinas» y tras realizar un máster de Logística, «recalé en el puesto donde ejercí hasta mi despido». «Después de la muerte de Jesús Polanco y a los dos años de su hija Isabel, sumieron al grupo en grandes pérdidas de dirección y gobernanza». Así le llegó la carta de despido y tras un año sabático, emprendió. Cogió el traspaso de la librería Reconquista que se ubica en «el mejor barrio de Oviedo», Ciudad Naranco.

En sus recuerdos está que el primer día al frente del establecimiento, un 2 de enero, en el que solo «vendió una goma de Milán de 35 céntimos». «Nadie me conocía» y dedicó los siguientes meses a recorrer el barrio. Los colegios y cada rincón para que pusieran cara a la que desde hace cinco años es la presidenta de la Asociación de Libreros de Oviedo y cada primavera organizan LibrOviedo. «En la pasada edición hemos triunfado con el nuevo formato» porque «ha sido muy cercano, de casa y queremos que la gente se enganche a las páginas de los libros; no hay cosa más bonita».

También lo es su parte solitaria. Desde hace 28 años la voluntaria de la Cocina Económica y los meses de confinamiento fueron «lo mejor que hice en mi vida». Fui de las que estuvo en casa tan solo dos días porque me llamaron para trabajar» en las instalaciones en la calle San Vicente» y repartiendo la comida ves «lo terrible que puede ser esta vida». «Venía gente del barrio, de mi librería que hacía unos meses me habían comprado los libros para sus niños y ahora pedían comida», recuerda.

Desde hace un año es miembro de la junta directiva y entre sus pasiones también está la guitarra, es patrón de yate, esquía desde los doce años y también hace snowboard.