«El problema lo tienen quienes se ofenden, no yo»

La prostituta asturiana Lucía Fernández, que defendió su modo de vida en el aula magna de la facultad de Derecho de Oviedo, asegura que «hay que gente que reacciona bien y otra, no tan bien»

Miércoles, 2 de mayo 2018, 04:00

«Voy a empezar fuerte», anunció en el aula magna de la Facultad de Derecho de Oviedo, y nadie lo puso en duda. La controversia la precedía, y el morbo también. Lucía Fernández, una joven gijonesa de 26 años que ha reconocido abiertamente y sin ... tapujos dedicarse a la prostitución como «un trabajo más», fue la auténtica protagonista de las jornadas 'Prostitución, derechos y vulnerabilidad' organizadas por la facultad. «Mi objetivo es que las personas se formen un criterio certero, porque a las prostitutas nos molesta que se hable de nosotras sin contar con nosotras», incidió esta trabajadora sexual y estudiante de Derecho.

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- ¿Es usted prostituta?

- Sí, y más cosas. Soy trabajadora sexual en general, porque no solamente ejerzo la prostitución; también soy actriz porno, hago 'shows' en directo, 'stripper'...

- Reconocerlo sin tapujos puede ofender a ciertos sectores de la sociedad.

- El problema lo tienen ellos, no lo tengo yo. Para eso estoy aquí, para educar a la gente.

- ¿Y cuál es el problema?

- Se llama estigma y lo fomenta una sociedad que viene de unos valores arraigados en la teoría judeo cristiana que quiso hacer de las mujeres un objeto de reproducción, de sumisión, de estar en casa y cuidar a los niños. Esto se traduce en la actual brecha salarial y la estigmatización de la mujer. La prostitución es una opción perfectamente válida para mujeres a las que no nos supere un dilema moral. No soy una víctima.

«Mi condición no me define»

Hace un tiempo, Lucía preguntó abiertamente a a varias compañeras de profesión qué es para ellas la prostitución. «El trabajo sexual me genera empoderamiento», le dijo una; «Para mí es ser una mujer autónoma, nunca una víctima», le contestó otra. Testimonios que pueden parecer idealistas, alejados de la realidad. Pero solo abordarlos ya es un triunfo. «El hecho de ver que hay personas que hablan del trabajo sexual de manera abierta y normalizada supone la eliminación del estigma que vivimos todas los que nos dedicamos al trabajo sexual», defiende ella. «Hay gente que reacciona bien, otra no tan bien, pierdes amistades o las puedes ganar y te das cuenta de quién te quiere por lo que eres y no por aquello a lo que te dedicas. Porque mi condición de trabajadora sexual no me define, ni me condiciona, ni me supone un perjuicio mayor».

- Para usted, la prostitución es un modo de vida.

- Sí, parto de eso.

- Sin derechos laborales que lo amparen.

- No lo tenemos reconocido expresamente en la legislación, pero sí hay muchas normas administrativas que respaldan la actividad de empresarios que pueden tener prostíbulos, como en el caso de Barcelona, que regula los lugares de concurrencia pública y sí hay esa permisividad.

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- ¿Esa permisividad puede llegar a favorecer la trata de seres humanos?

- ¡Ayyy la leche!

- ¿Le incomoda la pregunta?

- Sí, porque una cosa nada tiene que ver con la otra. La trata supone una violencia contra mujeres que no quieren ejercer la prostitución y que la norma proteja los derechos de las trabajadoras sexuales no da vía libre a los proxenetas. También hay hosteleros explotadores y nadie los persigue...

«Necesitaba dinero»

En su discurso en la facultad, Lucía apuntó directamente a la «guerra eterna» contra la concepción que la sociedad tiene de la prostitución pero también «contra las feministas radicales y los que abogan por abolirla».

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«Este es un dinero rápido, no fácil; no todos valemos para todos los trabajos, y para éste menos»

- ¿Desde cuándo lleva ejerciendo la prostitución?

- Hace dos años y medio.

- ¿Cómo y por qué se inició?

- Empecé en Gijón en un piso de chicas. Lo hice como lo hacemos todas, por una necesidad inmediata de dinero. Yo quería un colchón económico para vivir tranquila.

- ¿Es fácil hacer dinero?

- Es un dinero rápido, no fácil. No todo el mundo vale para todos los trabajos, y para este menos. Yo, por ejemplo, no valdría para ser pescadera.

- ¿Le preocupa su futuro cuando ya no pueda ejercer?

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- No, porque la alternativa laboral que existe siempre será precaria y de mierda. ¡Para qué quiero vivir así si puedo ser prostituta y ganar más dinero!

- Sin embargo, está estudiando Derecho.

- Me quedan cinco asignaturas para terminar, pero no quiero ser abogada, quiero opositar a la Inspección de Trabajo y Seguridad Social.

- Pero decidió dejar de acudir a la facultad para evitar que su profesión le perjudicase en su desarrollo académico.

- Partí de la premisa de que si voy a clase, probablemente los profesores se enteren de lo que estoy haciendo y me pueda perjudicar por el tema del estigma.

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