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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 7 de agosto 2022, 08:49
Su sello ha quedado plasmado en el jardín orientalista del Campo San Francisco, las zonas verdes de Llamaquique, la rotonda de San Lázaro, así como el exterior de la Laboral; y a esta lista se añadirá en un futuro el parque de San Pedro de los Arcos y la futura rotonda de la Cruz Roja. Se trata del paisajista y jardinero José Valdeón Menéndez, que desde pequeño ha tenido «un trato muy directo con la naturaleza». Empezó estudiando la flora silvestre y con 10 años se unió a los boy-scouts, que le enseñaron que los «lugares de acampada los teníamos que dejar igual o mejor a como los encontramos». A ello hay que sumar que, siendo adolescente, realizó una serie de viajes para conocer los diferentes tipos de pájaros. Así, nada más acabar sus estudios, puso un cartel en la calle Campomanes donde se ofrecía como jardinero. Y le empezaron a salir trabajos... hasta hoy.
Hijo de Maruja y Luis, nació en la calle Campomanes y tiene cinco hermanos. Estudió Primaria en la escuela de El Fontán, actual sede del centro de adultos y, entre sus recuerdos, las clases de don Doroteo, que «nos leía cuentos chinos» cuando restaban solo unos minutos para que el timbre tocase para la hora de comer. Si los niños querían saber el final, debían volver pronto a clase.
Tras pasar por el instituto Alfonso II comenzó a trabajar como jardinero. Pasó una prueba del Ayuntamiento, donde el por entonces jefe de Jardines, Quirós Montes de Oca, le seleccionó como encargado de personal y trabajos. «En aquella época tenía a mi cargo a una veintena de personas de integración social y una docena de funcionarios», recuerda. De aquélla, la sede estaba en la calle Capitán Almeida y las herramientas las guardaban en El Palomar del Campo. «Fue entonces cuando se compraron las dos primeras máquinas de segar; antes se hacía a guadaña y había muchas menos zonas verdes que ahora». Algunas de ellas eran «muy complicadas, como la plaza de América que la llamábamos la tarta» por su composición.
El servicio se externalizó y preparó la oposición para oficial de jardinero del Ayuntamiento, unos exámenes que aprobó mientras continuaba formándose. «Procuraba influir en mis compañeros sobre lo que hacían, aunque sea poco, debía estar bien; el jardín es belleza».
Su gran trabajo llegó a oídos de Gabino de Lorenzo. Entre los planes, el entonces alcalde le propuso «mejorar las zonas verdes de la ciudad sin olvidar los barrios con 600.000 euros». Y se puso a ello, creando obras de arte que hoy en día se mantienen. Tras publicar el libro 'Jardines clásicos de Asturias' se fue a Inglaterra para «continuar formándome y trabajar como jardinero profesional». Consiguió ambos objetivos durante un periodo que duró dos años antes de volver a Oviedo.
De regreso, montó un despacho de paisajismo donde «me fue muy bien al trabajar tanto a nivel privado como público», pero en 2012 empezó a notar la crisis económica, lo que le hizo mudarse a la Costa del Sol, donde vive en la actualidad. «Primero estuve en Nerja y luego en el Rincón de la Victoria. Mis clientes son sobre todo ingleses y holandeses». Todo sin olvidar Oviedo, donde tiene a su madre y al resto de su familia.
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