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ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Martes, 7 de mayo 2019, 00:51
Un padre amable, un médico entregado a sus pacientes, un pintor sumamente crítico con su obra que heredó el sentido artístico del mismísimo José Bernardo de la Meana, un historiador impecable, un personaje curioso por naturaleza, estricto pero no impositivo y una persona extremadamente humilde. ... Así era en vida el ilustre médico y estudioso de la historia de la medicina asturiana, José Ramón Tolivar Faes. Su hijo menor, el catedrático y colaborador de EL COMERCIO, Leopoldo Tolivar Alas, se encargó ayer de homenajearle durante la conferencia de clausura del III ciclo de charlas de la Asociación de Amigos de Vetusta, Lancia y Pilares en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea).
«Mi padre, que trabajó en el antiguo Hospital Psiquiátrico de La Cadellada y en la extinta Jefatura Provincial de la Sanidad, nos enseño a mi hermana (Ana Cristina) y a mí el fantástico mundo de los protozoos vistos al microscopio y nos dejó para el recuerdo eterno los mágicos veranos en Salas, Cofián y Boñar», relató su hijo ligeramente emocionado.
Tolivar Faes falleció el 29 de marzo de 1995 tras una intensa vida de logros académicos que le llevó, entre otras conmemoraciones, a ser nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo (1986) y a recibir una calle en su honor (1995).
«La guerra civil y sus miles de muertos encontró a mi padre en medio de sus estudios de Farmacia y le llevó a cuestionarse su futuro y a emprender el camino de la Medicina. Profesó su más sincero amor a sus asegurados de Oviedo», afirmó Tolivar Alas. «Con nosotros no era menos; cuando había penuria económica, él mismo fabricaba nuestros juguetes», declaró.
De acompañar en la mesa al biznieto de 'Clarín' se encargó el presidente de la asociación, José María Navia-Osorio. «De un padre inteligente y trabajador suelen salir hijos inteligentes y trabajadores», clamó, y anticipó después la «necesidad» de reeditar de una de las clásicas obras del médico: 'Nombres y cosas de la ciudad de Oviedo', «dados los últimos cambios de nombres en las calles» de la capital del Principado.
Una vida en la que solo le quedó una cosa por hacer. Tolivar Faes «falleció sin poder pintar la luz del Levante». Una muerte repentina, «pero preconizada», se lo impidió.
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