RAFAEL FRANCÉS
Domingo, 28 de mayo 2023, 01:00
Pese al a lo que pueda aparentar su apellido, es vasco y muy vasco, pero también es asturiano de adopción y del área metropolitana de Asturias por convencimiento. Víctor García Oviedo (Bilbao, 1953), al que todo el mundo conoce por 'Tachi' -un «mote familiar y, de hecho, a mis hermanos los llaman los tachinos en el pueblo»-, ha vivido a caballo entre el País Vasco, Asturias, Barcelona y Madrid.
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Arquitecto de profesión, trabaja en el equipo que redacta la revisión del Plan General de Ordenación (PGO) de Oviedo. No se le ha quitado el acento pero sí se le ha pegado el humor asturiano. Sonríe poco, pero habla claro. No le gustan los nacionalismos y les culpa de lo que ha pasado en el País Vasco en al menos los últimos 70 años.
Es inconformista, «protestón, muy protestón», de ciudad «y de asfalto». Como vasco, el asunto de la independencia le toca muy hondo y tiene claro que «somos hijos de la revolución industrial y buscar tus señas de identidad en los derechos de los pueblos es una gran farsa». Eso sí, cuenta ufano, «algo que trae cola y no deja de asombrar a mis sobrinos: mi cuadrilla fue la que puso el nombre de 'kalimotxo' (agosto de 1973) a la bebida que entonces se denominaba 'rioja libre' en la fiestas de mi pueblo de San Nicolás de Algorta (Getxo)».
Hijo de Víctor, ingeniero industrial, y Teresa, dedicada a sus labores como madre de nueve hijos. Víctor es el segundo de la prole. «A mi ama (madre en vasco) la recuerdo siempre embarazada», comenta con ojos de pillo y media sonrisa.
Se crió en La Felguera desde los cuatro a los once años porque a su padre fue a trabajar a Duro Felguera. «Vivíamos en los chalés de los ingenieros, estudié en La Salle y Los Dominicos». De sus tiempos de Langreo recuerda dos cosas, «que me rompieron la nariz, pero no fue en una pelea, y que conocí la realidad de la emigración cuando un amigo de clase se despidió de mí para siempre porque se iba a vivir a Bélgica. Fue un choque descubrir la inmigración así de golpe y con pocos años».
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Tras Langreo se fue a Algorta (País vasco) hasta que comenzó Arquitectura en Barcelona y Madrid. Muy influenciado por su padre, vasco y católico devoto, debía haber estudiado ingeniería, pero se decidió por la arquitectura. «Mi padre me enseñó que para él, como ingeniero industrial, su misión era industrializar el país; en mi caso, la misión es construir la ciudad».
En 1985 se viene a Oviedo a trabajar siguiendo a su mujer María del Mar, «a la que conocí mientras pasaba unos días en Bilbao». Sacó una oposición en el Principado «en la que duré cuatro años porque no era para mí». Reconoce que «me atrajo Oviedo porque, para mí, era algo difícil de desentrañar... y sigue siéndolo».
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Admirador de la película El Padrino porque «estoy educado en que la familia es lo primero y si te educan en ese ambiente, te proteges en la familia. El Padrino te da muchas claves de eso». No tiene hijos, pero «un pilón de sobrinos».
Reconoce que es hombre de trabajo en equipo y lo consigue pese a que «aquí se es más de trabajar solo» y reasegura que Asturias es Asturias por sus paisajes, su historia y su geografía.
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