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ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Domingo, 13 de noviembre 2022, 02:23
Que el ideal urbanístico de hace dos décadas ha caducado -el de la expansión casi infinita de las ciudades- no es ninguna novedad desde hace ya algunos años. En su lugar, Oviedo mira ahora a sus adentros y ha centrado el tiro en dos de ... sus entornos más degradados y ávidos de transformación: los terrenos de La Vega y el ámbito de la Fábrica de Gas. El primero, gracias a un protocolo firmado a tres bandas entre Ayuntamiento, Principado y Ministerio de Defensa; el segundo, adquirido por el fondo de inversiones Ginkgo. Dos espacios repletos de patrimonio industrial en avanzado estado de abandono que requieren «un proceso de excelencia» para su recuperación. Al menos, así lo considera el arquitecto José Ramón Fernández Molina (Oviedo, 1951).
-¿Qué tiene de particular el patrimonio histórico industrial ovetense?
-Que ha llegado hasta nosotros, lo que no es demasiado frecuente; que Oviedo no es su titular, ahí están la Fábrica de Gas, que pertenece a un privado, o la de La Vega, que es del Estado; y los distintos estados de degradación de esos ámbitos. No se puede olvidar tampoco la fábrica de loza de San Claudio, que está abandonada a su suerte y ha perdido su integridad y conservación. Las tres están protegidas en su perímetro y vinculadas al Plan General, y el mismo catálogo urbanístico deja abierta la incorporación del patrimonio industrial. Como sociedad, somos hijos de la industrialización histórica y no podemos renunciar a ella.
-¿Cómo recuperarlos sin destruir ese patrimonio industrial?
-Lo que hay que tener claro desde el primer momento es que proteger un bien no debe implicar hacerlo intocable y dejarlo perderse por la imposibilidad de hacer nada; estos ámbitos requieren un proceso de excelencia, diferente en cada caso, para su recuperación.
-El protocolo de La Vega no ha gustado demasiado a algunos sectores, entre ellos, el Colegio de Arquitectos.
-La Vega se encuentra en una ubicación excepcional de la ciudad y los ovetenses han empezado a conocerla desde hace algunos pocos años. Entre otras cosas, gracias a la labor que ha venido realizando la Fundación Princesa, que es el ejemplo y está marcando el camino de lo que debería suceder en ese espacio. La Vega puede convertirse en el proyecto urbano que necesita Asturias y liderado por el Ayuntamiento, pero lo que está claro es que de Defensa hay que intentar obtener algo más. El protocolo es una buena noticia, sí, pero hay que negociarlo.
-¿Por ejemplo?
-Encima de la mesa del acuerdo no hay que poner solo los beneficios, sino también las cargas y quién las va a asumir. El Ministerio de Defensa se lleva los aprovechamientos, pero en La Vega no caben mil viviendas, ni siquiera con torres de veinticinco pisos.
-¿Cómo debería ser ese «proceso de excelencia»?
-Hay ejemplos en Europa y lo primordial es tener una metodología clara, que debe pasar por replantear la planificación a través de un documento estratégico configurado por: estudios previos de identificación patrimonial, un plan de refuncionalización del espacio, también un plan de negocio y, por último, el diseño de una suerte de marca corporativa que se debe lanzar desde el primer momento. En suma, crear valor añadido.
-¿Más rehabilitación y menos viviendas?
-Esta metodología sería la que determinaría los usos residenciales. En un ámbito como el de La Vega no se puede entrar como un elefante en una cacharrería.
-En la Fábrica de Gas, en cambio, ha aparecido un actor privado casi contra todo pronóstico.
-El Ayuntamiento tenía un itinerario, que era la compra, pero el hecho de que haya venido un operador privado es una buena noticia; una inversión que viene para Asturias y de la mano de un actor con experiencia y conocimiento en la materia. A la operación, además, no le falta riesgo y una parte de valentía por su complejidad técnica y de gestión, con un componente urbanístico muy importante.
-¿El ámbito tiene potencial?
-El potencial de la Fábrica de Gas es convertirse en un distrito regenerado en ese papel que ocupa en la manzana de Paraíso, dentro de El Antiguo.
-Ginkgo ha puesto sobre la mesa un proyecto de 52 millones de euros y, según han avanzado, que será respetuoso con el patrimonio.
-La Fábrica de Gas significa en sí misma una parte importante de la historia urbana. Hay que tener presente esa historia industrial como forma de poner en valor el proyecto, algo así como el 'genius loci' de ese lugar: su identidad e integridad debe ser preservada.
-El equipo de gobierno ya ha mostrado su predisposición a modificar el plan especial vigente en lo que sea necesario.
-En este proyecto también es necesario un método que podría pasar por la definición de usos, una revisión del plan especial y de las patologías de los elementos, decidir qué partes se conservan y si se reajusta o no el aprovechamiento urbanístico que preveía Portela. En todo este proceso, cuanto más exigente sea el Ayuntamiento, más fácil será llegar al consenso social.
-Tanto este proyecto como el de La Vega plantean la construcción de importantes bolsas de vivienda, ¿son necesarios tantos pisos?
-No son necesarios. El PGO vigente contempla una ciudad expansiva que, a día de hoy, es inabordable, y por eso se está revisando. Ahora debemos plantear una ciudad compacta, que llene los huecos y prime la rehabilitación o sustitución de edificios. Además, no debemos olvidar que somos la región más envejecida, que la gente ya no viene a vivir aquí, sino a trabajar, y que la gente joven se ha ido fuera. Mi hijo, por ejemplo, está en Suecia.
-Usted ha dirigido la restauración de la muralla, justo frente a la Fábrica de Gas. ¿Ese patrimonio puede retroalimentarse?
-Encaja perfectamente. El casco histórico es un sistema conjunto y la regeneración de un ámbito como la Fábrica de Gas puede suponer una onda expansiva para el resto.
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