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La historia sobre cómo Trubia se convirtió a finales del siglo XVIII en una de las semillas principales que harían germinar la industrialización en España se explica en apenas un puñado de fechas y en un periodo de apenas dos años. El 18 de junio ... de 1872, Carlos IV preside un Consejo de Estado en el que se pone de manifiesto la necesidad de llevarse las fábricas de municiones y arsenales lejos de la frontera con Francia. Previo informe del histórico Fernando Casado de Torres, pionero e ideólogo de lo que sería mucho después la villa cañonera, el 24 de abril de 1794 se dispone por real decreto el establecimiento de una factoría de municiones gruesas en las confluencias los ríos Trubia y Nalón. Hoy la conocemos simplemente como la fábrica de armas de Trubia, un centro a la vanguardia tecnológica y un polo en sí misma del sector de la defensa a este lado del mapa, y acaba de cumplir 230 años de historia.
Aquel documento cambió para siempre el futuro de la villa cañonera y el contexto fabril. Hoy, la vetusta factoría armamentística, la más antigua en funcionamiento de todo el país, da empleo a siete centenares de trabajadores y tras sus paredes, talleres, pasillos y galerías, en los que están escritos los orígenes de la industrialización asturiana, siempre ligados a la más puntera vanguardia tecnológica. Tanto, que es la planta principal donde se fabrican los vehículos blindados del Ejército de Tierra español –y de los de un buen puñado de países extranjeros–.
En términos historiográficos, la fábrica de armas, hoy regentada por el gigante estadounidense General Dynamics, matriz de Santa Bárbara Sistemas, tiene dos fases fundamentales y dos nombres clave. El primero, el ingeniero militar Casado Torres, al que le habían encomendado por aquel entonces encontrar un lugar donde construir una complejo armamentístico alejado de la guerra con los franceses y que pudiese suministrar de material bélico al Ejército español. Este, explica el geógrafo Toño Huerta, «consideraba a Trubia como la mejor opción por la presencia de agua, mineral de hierro y carbón cercano». Así que se pusieron manos a la obra.
Las primeras ideas no cuajaron demasiado. Primero, por la dificultad de canalizar el Nalón para bajar el carbón en chalanas desde Langreo; luego, cuando se trató de poner en marcha el primer horno de cok, por los fracasos de 'Volcán' e 'Incendio', que sólo podían fundir carbón vegetal. «Fue algo así como prueba y error, pero a Casado de Torres hay que reconocerle que se adelantó cincuenta años a lo que terminaría siendo el modelo industrial asturiano basado en el carbón, la siderurgia y el ferrocarril», destacó el estudioso.
Décadas después, en 1844, tras el lapso de la invasión francesa, fue la llegada del militar liberal Francisco Antonio de Elorza y Aguirre (el general Elorza) la que propició el despegue definitivo de la fábrica, que pasó a convertirse en una de armas y ya no de municiones y de la que saldría, cerca de un siglo después, el primer blindado español. El Trubia. De su 'desembarco' en la villa cañonera –se la comienza a llamar así a partir de este periodo en el que ya no se dedica únicamente a la munición– se cumplen también 180 años.
Entre otras cosas, de él dependió la creación del taller de artillería, del barrio obrero más antiguo de Asturias (Junigro), de la archiconocida Escuela de Aprendices, de la que salieron los profesionales más cualificados de todo el país. «Llevó la fábrica a su máximo esplendor y llegó a competir con la Krupp alemana, la convirtió en un referente muy puntero que se mantiene hasta nuestros días».
«Una fábrica que fue pionera en todo», añade el trabajador de la factoría y coleccionista del pasado industrial de Trubia, Valentín Álvarez. Un hito, expone, «pero no sólo por su significado como fábrica, sino por todo lo que trajo con ella: trajo a Asturias la fotografía, la Escuela de Aprendices... Transformó Trubia, que era una zona rural de caseríos diseminados, y tanto la fábrica como el pueblo crecieron de la mano». Tanto, recalca, que lleva 230 años «a la cabeza de la tecnología y el desarrollo industrial».
Desafortunadamente, eso sí, en todo este tiempo se han perdido cosas por el camino como esa Escuela de Aprendices, precursora de la Formación Profesional en España.
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