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G. D. -R.
OVIEDO.
Lunes, 27 de diciembre 2021, 00:57
Oviedo nunca había oído hablar de algo así hasta la fiebre del labrillo de hace veinte años. De repente, en una ciudad con una escasa oferta de suelos para vivienda unifamiliar que permitió el éxito de modelos como el de La Fresneda, surgieron suelos y ... bolsas diseñadas para un nuevo tipo de propuesta: ni chalé ni adosado, agrupado. Ámbitos con complejas cargas y en suelos de difícil desarrollo, empezaron a incluir una tipología desconocida en la ciudad: la unifamiliar agrupada, pequeños bloques de hasta tres alturas compartidos por varias viviendas, cada una con su jardín propio. Vaqueros-La Estrecha, Altos de Santo Medero, varias de las operaciones de La Manjoya o Montecanales, donde Fadesa llegó a anunciar 3.000 viviendas, se sumaron a la moda. La tendencia no pasó del plano. Ni una sola unifamiliar agrupada salió adelante, pesaron la crisis de 2008, pero también el tamaño de las operaciones seleccionadas o las condiciones de los suelos, mucho con mala orientación, fuertes pendientes o próximos a grandes infraestructuras.
La revisión del plan general en marcha no se amilana por el fracaso y rescata el modelo, que se mantiene como opción en los ámbitos que ya la consideraban e incluso la amplía a otros en San Claudio y otras zonas en las que se propone reducir el suelo urbanizable y concentrar la edificación. Eso sí, con un nuevo nombre de ecos mucho más comerciales. La unifamiliar agrupada, que pasó a denominarse 'modelo villa' como las de la Toscana a mediados de los 2000, es ahora para el documento de prioridades lo que «se suele denominar 'modelo casona asturiana'» y una posible solución para suelos de baja densidad.
La fórmula, que ha funcionado en otras partes, pero no ha despegado en Oviedo, tendrá una nueva oportunidad, además, en los núcleos rurales. La definición de los mismos es lo que más consultas ha generado en estos meses de participación del documento de prioridades. La versión presentada durante el mandato del tripartito apostaba por una disminución del suelo clasificado como núcleo disperso del 23%, a cambio de un aumento de la capacidad edificatoria del 8 al 10%. Se buscaba reducir el consumo de suelo por dos vías, reduciendo los suelos edificables y, a la vez, reduciendo la parcela mínima construible; hacer localidades más compactas y preservar suelos rurales.
Ahora, el equipo de gobierno ha eliminado de esa previsión el primer sintagma y pretende reducir la parcela edificable, pero estudiar «núcleo a núcleo» donde se acaba el suelo rural disperso. Algo que, según el propio equipo redactor, «estará a expensas de la información pública y contando con las sugerencias recibidas».
La medida puede tener el efecto contrario a lo que se pretendía en los objetivos de la revisión del documento, que era reducir el consumo de suelo y compactar los núcleos para abaratar la prestación de servicios, y dar lugar a núcleos más densos en el centro y además rodeados de un anillo de unifamiliares sobre los suelos que mantengan esa calificación que permite edificar.
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