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RAFAEL FRANCÉS
Domingo, 2 de abril 2023, 02:45
Antropólogo, enfermero, doctor por la Universidad de Oviedo, hermano mayor de la Cofradía de los Estudiantes, músico, profesor universitario, tuno, voluntario de la Orden de Malta, oficial de sanidad militar, judoka, marido, padre... No se puede negar que Andrés Llavona Fernández (Oviedo, 1958) es un ... hombre polifacético, pero además es cercano, divertido, guasón, golfo -porque «un golfo tiene que estar en la tuna»-, afable, y dicharachero aunque, así a primera vista con su gesto y su voz pueda parecer que cultiva un poderoso mal genio. Nada más lejos de la realidad. Mira con unos grandes ojos claros, sonríe y se gana al personal. Es ovetense de la calle Argüelles, esquina con Mendizábal, donde pasó una infancia «muy feliz jugando en la plaza del Carbayón, en Porlier y en el callejón que iba desde el Filarmónica hasta la plaza de la Escandalera, donde ahora está la entrada al salón de actos de Cajastur». Su niñez es un compendio etnográfico de juegos infantiles con su bicicleta, 'una GAC'; los banzones, «me gustaba jugar al guá»; el clavo; el escondite «aunque en mi zona había pocos sitios para esconderse»; pío campo; cuchillo, tijera, ojo de buey, «mira que aguantábamos», o el pañuelo.
Estudió en los Maristas de la calle Santa Susana. «Era muy trasto, pero me querían mucho los curas». Aprendió judo con el mítico Shu-Taira y ahora es cinturón negro segundo Dan. Estudió Enfermería y para obtener el doctorado necesitaba una licenciatura, «así que hice el segundo grado de Enfermería y la Licenciatura de Antropología en León dentro del proyecto Amanecer». Poco después le llamó Eugenio Prieto, «un paisano donde los haya», para trabajar en el Real Oviedo. Era 1998 y allí se quedó hasta la gran crisis de 2002 «cuando nos echaron a todos». Al año siguiente montó una clínica de enfermería y fisioterapia con Pedro Zapico y Alejandro Rodríguez.
En 2011 y hasta 2015 fue concejal de Foro. «Salí corriendo de la política y todavía no he parado de correr», es profesor en la Facultad de Medicina en el área de Enfermería. Cosa que compagina con la Hermandad de los Estudiantes, con la Orden de Malta y con un espíritu de trabajo y servicio que «encontré en la mili, donde aprendí que lo difícil se hace inmediatamente y lo imposible tarda un poco más. Eso me lo creí y me ha servido en la vida para superarme».
Hijo de Manuel, que tenía una fábrica de chocolate y un restaurante y de María del Carmen, está casado con Ana y tiene una hija, Carmen, «por la que babeo pero, ¿qué padre no babea con una hija?».
Aunque pueda parecer lo contrario Andrés Llavona sí tiene tiempo libre. «Sí, sí para tocar con Laude Martínez en el grupo Cum Laude». Lee libros de antropología, «desearía integrarme más con la Orden de Malta» y si puede viajar, viaja; «soy especialista en piedras y gastronomía. Me encanta el Románico y soy un gran investigador de buenos sitios para comer, y normalmente suelo acertar. Buenos, bonitos y baratos». Llavona vive la vida mirando al frente, con ilusión, pujanza, compromiso, guasa y una buena cervecita. Un buen tipo que cae bien.
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