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Jacinto Rama, en su pastelería. PABLO LORENZANA
Endulza la vida de los ovetenses

Endulza la vida de los ovetenses

Pastelero. Empático, currante y algo trasto de niño, regenta desde hace años la confitería Jarama, que abrieron sus padres. Nadador empedernido, cofrade del Silencio, familiar, practica yoga y se levanta a las cuatro de la mañana para empezar a trabajar en el obrador

Domingo, 28 de julio 2024, 02:00

Afable, ocupado, trabajador y con cara de pillo aunque lo intenta disimular porque de niño y joven debió ser bastante terremoto. Practica yoga, seguramente para mitigar las ansias juveniles, nada, hace senderismo, es cofrade de la Real Cofradía del Silencio y la Santa Cruz pero también tiene un punto o varios de 'bon vivant' cuando alarga el 'tardeo' con los amigos. «Esa comida que se alarga con alguna copita, es algo que no se puede abandonar». Para las fotos se pone las gafas, impolutas, cosa rara porque el asturiano medio tiene tendencia a llevarlas casi embarradas. Un detalle, es soltero.

Con su hermano.
De joven, haciendo piruetas.
Con su padre.

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Jacinto Rama Villar (Oviedo, 1973) es la segunda generación de la confitería Jarama, que comenzó en Arzobispo Guisasola de la mano de su padre Jacinto y su madre Finita, que él regenta desde hace años mientras sus hermanos Sergio, prestigioso cocinero por el mundo, y Pelayo, ingeniero forestal, se dedican a sus quehaceres.

Es un enamorado de su trabajo porque «ser pastelero es de lo más bonito que hay porque los pasteles endulzan y alegran, y están en todas las celebraciones».

Como curiosidad, la confitería no se llama Jarama por antecedentes madrileños o porque en su familia sean fans del libro de Sánchez Ferlosio. Es sólo un acrónimo del nombre y apellido del patriarca de la saga.

Estudió en los Dominicos y todavía recuerda «las míticas peleas de bolas de nieve con los del Hispania». Tuvo una niñez feliz entre El Campillín y el obrador de la pastelería y cuando fue algo más mayor la felicidad se alargó hasta los bares de El Antiguo «de los que volvíamos para desayunar a la confitería para luego entrar a trabajar. Algún doblete me he hecho hasta que mi padre dijo basta y puso orden».

«Me levanto a las cuatro de la madrugada cuando suena el despertador aunque a veces antes de que suene, hago mis ejercicios de yoga y me voy a la pastelería para ver los encargos del día y ponernos a trabajar. Puedo acabar sobre la hora de comer aunque en momentos puntuales como las navidades no hay horarios de ningún tipo»

Tras salir de trabajar se va a nadar «una hora u hora y media». Lo de nadar viene de lejos porque de los 5 a los 30 años compitió para el Club Natación Ciudad de Oviedo.

Se considera muy ovetense y le gusta disfrutar de la ciudad «porque es maravillosa» y si tiene que elegir un rincón de Vetusta se decanta «sin duda» por el Jardín de los Reyes Caudillos, «cada vez que paso saludo a Alfonso».

Antes de la pandemia iba todos los viernes al cine, ya después «una vez al mes», y se ruboriza un poco cuando tiene que elegir su película favorita: «La película que veo siempre en Año Nuevo es 'Las sandalias del Pescador'. Choca un poco ese gusto cinematográfico con su actual lectura, 'El arte de la guerra', escrito por Sun Tzu. Seguramente es casualidad en una persona llena de contrastes y muy familiar que está feliz con lo que ha conseguido y es, y que destila felicidad y empatía por cada uno de sus poros.

Alguien diría que es hasta una persona dulce pero eso hay que dejarlo más para sus pasteles.

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