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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 1 de mayo 2022, 01:15
Observando, apuntando y siguiendo los pasos del «mejor maestro que se puede tener: mi padre». Marta del Río Herrero mantiene junto a sus hermanos, Nacho y Miguel Ángel, el legado de tiendas que les dejó Ángel del Río Uribe. Ella está al frente del establecimiento ... de la calle Marqués de Pidal y, al mismo tiempo, se encarga de las tareas de administración. Desde bien joven viajó captando las tendencias que cada temporada trae hasta la capital de Asturias. Una ropa con «estilo, elegante, favorecedora y donde sus clientes se sienten cómodos».
Marta del Río nació el 5 de agosto de 1961 en Avilés. Hija de Ángel del Río y Natuca Herrero, es la mayor de cuatro hermanos. Fue al colegio Dorotea hasta que la familia se mudó a Oviedo. La escolarizaron en el Peñaubiña y estudió Económicas en la Universidad de Oviedo. La facultad, de aquélla, estaba en González Besada y más tarde, en cuarto, estrenó el edificio de El Cristo. Estudió un máster de Auditoría y, además, habla inglés y alemán.
Con 22 años pasó uno de los momentos más complicados de su vida. Su hermana Julia, de 16, «murió de repente». «Fui a despertarla y ya había fallecido». Momentos duros para toda la familia, que Marta aún hoy se emociona al recordar.
En ella siempre ha primado el sentido «de la responsabilidad». Siendo joven empezó en el negocio familiar, que llegó a tener dieciséis tiendas en Oviedo, Avilés, Gijón, León, Salamanca y Madrid. «El 'prêt-à-porter' en los años ochenta estaba en una época de efervescencia». Continuos eran los viajes a París, Milán, Florencia y Frankfurt para participar en las distintas ferias, acompañando a su padre. «Él no te contaba las cosas. Tenía que observar para ir viendo lo que había y aprendiendo. Lo más básico es empezar desde abajo» para conocer el negocio.
En los años noventa se casó y tuvo dos hijas, Marta y Julia. Como consecuencia del trabajo de su marido, que es médico, se mudaron a Cataluña. Allí residió hasta 2006, pero «siempre estuve vinculada al negocio» familiar. Los viajes a la capital del Principado eran continuos. No obstante, hizo muchos contactos en esta comunidad, con un sector textil muy relevante. «Estábamos a treinta minutos de Barcelona, en Sant Andreu de Llavaneres, y las niñas iban al colegio en Mataró», explica.
Siendo aún pequeñas retornaron a la tierrina. «Tenían 6 y 8 años y volví a la tienda de Melquíades», recuerda. «Mi padre iba menos, pero le comentábamos todo. Lo teníamos al día de los muestrarios, le encantaban». Falleció con 91 años en 2014. A partir de ahí, sus tres hijos se quedaron al frente de un negocio que mantiene las tres tiendas de Oviedo y una en Avilés.
Cuando las luces de su establecimiento se apagan se encienden las de su escritorio. «En 2015 aparece la caligrafía en mi vida; hice un parón de dos años con la pandemia y ahora he vuelto». También fue aficionada al esquí, al igual que toda su familia, y lo es a los paseos por el Campo, El Antiguo y las sendas costeras. Cuenta su hermano Nacho que es una magnífica cocinera. Esta semana, la lasaña que compartieron estaba «de rechupete».
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