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RAFAEL FRANCÉS
Domingo, 29 de enero 2023
El baloncesto cambió su vida. Con 15 años le fichó el Ignis de Mataró, luego el Real Madrid junior, que le cedió al Club Atlético Universitario (CAU) de Oviedo y aquí sigue más de 40 años después. «Gracias al baloncesto». Nicolás Terrados Cepeda (Jaén, 1958) ... es el director de la Unidad Regional de Medicina deportiva. Cumplidor, educado, contenido. Con un tono de voz que inspira tranquilidad y confianza a quien le escucha. Muestra una buena forma envidiable para alguien que ya ha rebasado los 60 años.
Hombre de tres pasiones: trabajo, baloncesto y familia. Quizá no por ese orden. Su relación con Oviedo es tardía pues llegó a la ciudad en la veintena para jugar al baloncesto ya que aquí había Facultad de Medicina y eso es lo que quería ser de mayor. «En el Real Madrid me ofreciena. Gané profesionalmente, pero perdí baloncestísticamente».
Aquí jugó (Oviedo Club Baloncesto, Grupo Covadonga y Gijón Baloncesto), estudió y formó una familia con Isabel Cristos, «el amor de mi vida», se casaron en 1987 «aunque estuvimos varios años más como novios», y han tenido dos hijas: Rocío, que es médico en La Paz, y Marta, ingeniera de Minas, «una cosa muy asturiana». Intenta disimular el orgullo paterno aunque a duras penas lo consigue.
«Mis padres no querían que me fuera de Jaén a cualquier parte, así que allá donde me iba, mi padre (Hermenegildo), que era presidente de la Cámara de Comercio de Jaén, movía sus hilos para que me mantuvieran controlado». Junto a su padre, la preocupación de Soledad, su madre, catedrática de Historia del Arte.
Tras acabar Medicina en Oviedo, comprendió que debía seguir ligado al deporte y «como en España no había especialidad en Medicina deportiva me fui a Estocolmo, donde me admitió el profesor Saltin, del Instituto Karolinska, lo más avanzado en el sector que había en aquellos momentos». Más tarde, ya de vuelta, se sacó la primera plaza en Medicina deportiva de España en Avilés y luego terminó dirigiendo la Unidad Regional de Medicina deportiva. «Somos la envidia de otros centros españoles porque combinamos las dos partes, que son el tratar tanto a deportistas de alto rendimiento como al deportista normal que sólo busca mejorar su salud. Lo mismo le hago un test a Saúl Craviotto y compañía como a alguien de la calle. Mi trabajo es muy bonito, soy afortunado».
Y no olvida nunca que fue médico del equipo olímpico español, en dos Juegos, Seúl 1988 y durante la explosión de medallas de Barcelona 92.
Pero no todo es trabajo, aunque casi. Muchos fines de semana los pasa escribiendo sus trabajos científicos para la publicación. Desconecta en Pegalajar (Jaén) y en Luarca en verano. Le duele que «la gente de Oviedo y Asturias no valore la calidad de vida que tenemos», juega una pachanga de baloncesto con amigos como Antonio Campoamor o Juan Bedia en El Cristo y, entre otras cosas, mantiene una tertulia los jueves por la tarde en el Club de Tenis con unos entrañables amigos. «A esa no se puede faltar, haya o no haya baloncesto en la tele».
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