Rosa Menéndez López, en su despacho del Instituto del Carbono . ÁLEX PIÑA .
Rosa Menéndez

Una disfrutona del estudio y la investigación

Sonrisa calmada. Profesora del Instituto del Carbono, ha dedicado la vida a su profesión, ha tenido dos hijos y después de 30 años, tras la pandemia, ha vuelto a coger los pinceles olvidados en la juventud. Si no pinta, lee; si no lee, pasea, y si no pasea, se toma un vino con los amigos

RAFAEL FRANCÉS

Domingo, 5 de febrero 2023, 01:08

Le gusta pintar, cocinar, tomarse un vino pero, sobre todo, le gusta su trabajo. Es una enamorada de la docencia y de la investigación, no en vano ha dirigido veinte tesis doctorales y trabaja como profesora e investigadora en el Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (Incar), en La Corredoria. Dedicarse a la investigación en España no es fácil, pero Rosa Menéndez López (Corrollos, Cudillero, 1956) lo ha hecho durante toda su trayectoria profesional. Primero en el Instituto del Carbón (así se llamaba entonces), más tarde en Inglaterra y Estados Unidos, y también en Madrid, aunque en ese caso más como coordinadora de todos los equipos de investigación del país con el cargo de presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de 2017 a 2022. Mucha tensión y estrés que abandonó para volver a su naturaleza docente en Oviedo.

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De niña, en la Concha de Artedo.

Se la puede considerar como empollona, primero en el internado del colegio Los Cabos de Pravia, para luego, en 1973, trasladarse a Oviedo al entonces Instituto Femenino. «Siempre he sido de matrícula de honor, la verdad es que me gusta y disfruto estudiando». De ahí a la Facultad de Químicas, en la calle Calvo Sotelo, para luego entrar en el Instituto del Carbón, labor que combinaba con estancias en el extranjero, con becas de estudio y «ampliando horizontes». Menéndez conoce a la perfección lo que se cuece en el pluriempleo y sabe lo que es trabajar duro para vivir pues «tras la carrera daba clases particulares en Gijón, preparaba el doctorado en Oviedo e, incluso, cubría sustituciones en el Instituto de Salinas, todo ello sin coche y siempre en transporte público». Seguramente para ella en aquellos años el día duraba más de 24 horas. Poca explicación más se puede encontrar.

Con sus dos hijos, Laura y Alejandro.

«Me gustaba salir a los jueves y los viernes por la tarde a tomar un vino y los sábados también salía por Oviedo, pero no era mucho de trasnochar». De la Universidad, además de «chapar» como una campeona, se acuerda «de las asambleas y las manifestaciones» de los tiempos convulsos del final del franquismo aunque «no estaba muy implicada. De hecho mi hermana me decía que yo era un contra ejemplo y que con una que estudiara mucho en la familia, bastaba».

Fue directora del Instituto del Carbón de 2003 a 2008 «y estoy orgullosa de que en esa época se reformó todo el centro». La verdad es que su currículum parece una biblia, por extenso.

Su madre, Orfelina, y su hermana Beatriz

«Empecé a trabajar con Genaro Bermejo, que me dirigió la tesis doctoral y con los años yo misma he dirigido veinte tesis de compañeros que algunos de ellos están en mi grupo de trabajo como Marcos Granda, Clara Blanco o Victoria García Rocha, que es la más joven».

Si no trabaja pinta, «aunque estuve treinta años sin coger el pincel hasta la pandemia»; si no pinta lee -«ahora estoy con 'La playa de los ahogados', de Domingo Villar-»; si no lee pasea, y si no pasea se toma un Rioja con los amigos.

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Tiene dos hijos, Alejandro y Laura, y sonríe a la vida con una mirada limpia, un hablar reposado y una calma que parece dominar cierto temperamento nervioso. Estudiar e investigar. Disfrutando.

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