RAFAEL FRANCÉS
Domingo, 10 de septiembre 2023, 01:06
Lector empedernido desde el principio con «Mortadelo y Filemón y pocos años después ya con los grandes clásicos», oviedista «hasta el infarto», ordenado, gourmet y «fartón, aunque más fartón que gourmet pero me mantengo en forma gracias al ayuno intermitente», educado en los valores cristianos, ... con unos modales exquisitos, abogado, nuevo decano del Colegio de Abogados de Oviedo, cooperante, melómano, con buena memoria, coqueto -la perfecta colocación del pañuelo en el bolsillo superior de la chaqueta lo delata-, coleccionista de «arte sacro y de monedas de colección», pulcro en la expresión, utiliza un vocabulario por encima de la media. Ah, y tiene previsto algún día «o quizás nunca» escribir un libro sobre «los patronazgos y devociones que se tienen de cada santo».
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Antonio González-Busto (Oviedo, 1967) guarda en su despacho una imagen de la Virgen del Colegio San Ignacio donde estudió con los Jesuitas hasta que entró en la Facultad de Derecho para completar sus estudios y su vocación. «Tengo un agradecimiento a la Compañía de Jesús por la educación que nos dieron en valores cristianos y en el respeto a la libertad individual, sin imposiciones. Me enseñaron que la vida es una moneda que tiene un anverso, la libertad, y un reverso, la responsabilidad. Eres libre siempre que te hagas responsable de tus actos».
Hijo de Antonio, químico ya fallecido, que fue jefe de laboratorio en Duro-Felguera, Uninsa y Ensidesa, y de Miren. Pasó su infancia en Trubia, tiempos de mucha bicicleta, y a los siete años la familia se trasladó a Oviedo, a la calle de los Hermanos Pidal. Ahí la niñez cambió y se hizo algo más urbanita con «interminables partidos de fútbol que sólo se paraban para ir a casa a comer» en lo que ahora es el Centro Cívico y desde donde se encendió su pasión oviedista -el antiguo Tartiere estaba a dos pasos de su casa-, que sólo una operación consiguió truncar su récord personal de sentimiento azul. «Estuve 15 años sin perderme un partido en casa y rompí esa cifra por una apendicitis. Era un Real Oviedo-Málaga». Un oviedismo que le hizo ahorrar 40.000 pesetas que ganaba dando clases particulares para comprar acciones del club en 1992. «Era una obligación moral comprar aquellas acciones».
Lo de la lectura no lo tuvo difícil porque «mi padre tenía una espléndida biblioteca y ahí pasé de los tebeos a Casona, Cervantes o Quevedo, un salto que di con muy poca edad». En eso de la lectura se considera disciplinado porque «al menos leo dos periódicos al día y un libro a la semana» El COMERCIO es uno de ellos. Ahora está terminando 'Montañas como islas', de Forrest Carter y 'La primavera impuntual', de Alfonso Celemín.
La música clásica es su otra pasión con Tchaikovsky como gran 'hit'. Le gusta salir con su mujer a pasear, comer algo o tomar un buen vino y no tiene ni idea de cocinar, sólo de comer. Fue durante años voluntario de Cáritas, «colaborando con el proyecto Alba» y descubre una de sus pasiones que es el periodista José María García, que mantiene con varios amigos entre bromas y veras. Porque García siempre fue mucho García y Antonio muy devoto de su figura.
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