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El número 34 marcó un hito en su vida, un antes y un después. 34 fueron los huesos de la cara que se rompió en un accidente de tráfico cerca del restaurante La Campana y esos 34 huesos partidos y astillados obligaron a los médicos a reconstruirle el rostro entero. «Era como si me hubiera estallado por dentro», y dejarlo casi un año varado en su casa. Allí aprendió muchas cosas que moldearon aún más su carácter, la paciencia para aguantar el dolor y la tenacidad para salir adelante.
Corría el año 1992 y se pasó un mes y medio «comiendo a través de una jeringuilla» y obsesionado con estudiar y aprobar los exámenes de cuarto de Derecho para irse a hacer el último curso de la carrera de Erasmus a Pisa. «Los profesores se portaron bien y venían a casa a examinarme y darme clases, así que aprobé el curso, que era lo que me pedían en la Universidad para poder ir a Pisa». A fe que fue. Cruzó España, parte del Mediterráneo y media Italia para disfrutar de un país «muy caótico y especial» para encontrarse con una gijonesa, Yolanda, con la que se casó siete años después. Ahora tienen dos niñas Carolina (10) y Aitana (15).
Javier Fernández Teruelo (Oviedo, 1970) es decano de Derecho –«no sería nadie sin el equipo que tengo»–, catedrático de Derecho Penal, presidente de la Confederación de Decanos de Derecho de España –«somos 74»– y ahora se encuentra en la terna de candidatos de la Junta General del Principado para ser magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias. Y, por cierto, fue profesor del presidente del Principado, Adrián Barbón.
Detrás de este impresionante curriculum se esconde una persona tranquila, directa, de hablar pausado que le da un enorme aire de credibilidad. Deportista, fotógrafo, amante de la naturaleza. Una persona muy familiar que presume de hijas y que es dueño de una enorme fuerza de voluntad, enseñanza del número 34.
«Cada vez valoro más lo afectivo, lo familiar, los amigos y dejar de ser políticamente correcto y decir y hacer lo que me gusta». Una afirmación atrevida en alguien con cargos y camino de (hay que cruzar los dedos) una importante institución.
Javier Teruelo nació en el hospital de la Cruz Roja, es hijo de José Ramón y Mari Sol, ambos profesores, y hermano de Beatriz. «Soy la primera generación de asturianos de mi familia leonesa» de San Andrés de Rabanedo, «donde pasaba los veranos jugando a la pelota y atrapando renacuajos». «Mi niñez me sirvió para saber que es fácil ser feliz con pocas cosas porque cuando la oferta es mayor, la posibilidad de ser infeliz aumenta».
La juventud le trajo 34 razones para ser infeliz, pero no le convencieron y ahora su felicidad esta inmersa en su carácter hogareño, en sus ganas de salir a correr por el campo, en su pasión por la fotografía de naturaleza y por viajar. La próxima ruta, a Egipto, aunque no olvida un viaje a El Salvador de hace ya unos pocos años.
Dice que ha derrotado a la timidez, pero la verdad es que se ha ganado a la vida.
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