
Dámaso Bances
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Dámaso Bances
Su amor por Oviedo le hizo sortear numerosas ofertas de trabajo fuera del Principado y su talento germinó en su ciudad natal. El empresario ... Dámaso Bances (Oviedo, 1943) nunca quiso abandonar las calles que le vieron crecer –González Besada y su entorno–. Tras estudiar en el colegio de las Dominicas, se formó como ingeniero técnico y en 1968 comenzó a trabajar como jefe de mantenimiento en el Hospital Covadonga. En la ciudad sanitaria de El Cristo permaneció hasta su jubilación en 2013, ya como subdirector de gestión y de servicios generales de un hospital que era referencia nacional. 45 años de arduo trabajo que le hicieron «muy feliz». Por si fuera poco, presidió el Real Oviedo durante cuatro temporadas –de 2007 a 2010–, años difíciles, y con todo, a lo largo de su trayectoria su mejor premio, asegura, fue encarnar al rey Gaspar en la Cabalgata de Reyes de Oviedo.
–Comenzó a trabajar en la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, en El Cristo, en 1968.
–Sí, como jefe de mantenimiento hasta el año 87, que pasé a subdirector de lo que entonces ya era ciudad sanitaria –ya estaba Maternidad, Silicosis–. Posteriormente, pasé a director de gestión y servicios generales, que englobaba todo lo que no fuese atención sanitaria en directa. Y en el 90, cuando se hace la fusión, era director de gestión de la ciudad sanitaria. Cuando se concretó la fusión, pasé a ser subdirector del HUCA, que era el complejo entero: 17 edificios con 98 o 99 puertas.
–¿Y cuánta gente?
–Cuando la fusión éramos más de 6.000 en el complejo y había 1.800 camas, era el mayor del país. Que dependiesen de mi departamento, unas 1.500 personas.
–¿Qué cualidad hay que poseer para gestionar algo tan grande?
–Profesionalidad.
–¿Y personalmente?
–Es sencillo y a la vez difícil. Es sencillo si te abstraes de cualquier movimiento que no sea eminentemente profesional y te fijas como norma trabajar para los enfermos y para todos aquellos profesionales que están en contacto directo con el enfermo. Tienes que hacer un clima de comodidad y de sosiego; o sea, hacer fácil la labor de los médicos y de los sanitarios y que el enfermo se encuentre bien alimentado, limpio... Lo que parece que es obvio, pero que no siempre se consigue. Los vaivenes políticos no te tienen que afectar.
–El hospital es una empresa.
–Una empresa de servicios. Era la mayor que había aquí en Asturias con 5.000 trabajadores y 450 millones de euros de presupuesto al año.
–¿Cuál debe ser el perfil de un gestor de hospital?
–No puede ser que los gestores tengan un carácter o una influencia política, tienen que ser absolutamente profesionales. Lo que no puedes es coger un profesional de la medicina sin formación en gestión y ponerlo al frente porque hasta que se forme no será un buen gestor y cuando lo acabe siendo, lo cesan y ponen a otro y has perdido un profesional de la medicina. Eso no puede ser.
–Entró en el 68 y se jubiló en 2013. Pasó por todos los gerentes y regímenes políticos. ¿Ha sido feliz?
– Soy un vocacional, he sido muy feliz desarrollando mi trabajo. Me han ofrecido mil trabajos para marcharme de aquí y no lo hice.
–¿Por Oviedo o por su trabajo?
–Las dos cosas. Oviedo me ataba mucho. Me llegaban a decir: 'Pide, ¿qué es lo que quieres?' Y yo pedía tanto para que no tuviesen disculpa. ¿Pero dónde iba a ir yo? Yo iba mucho a Madrid, estuve en la Comisión Nacional del Efecto 2000. Madrid es muy bonito, pero rápidamente para acá.
–Participó en el proyecto del nuevo HUCA.
–Desde que tuve 65 años hasta los 70, me estuvieron prorrogando para hacer el traslado. Pero no llegué por unos meses, porque se fue retrasando.
–¿Y qué opinión le merece la elección de La Cadellada? Usted apostaba por ampliar el hospital en la zona del Truébano.
–Partamos de la base de que se ha hecho un excelente hospital y se ha conseguido revitalizar aquella zona que estaba degradada. ¿Se podía haber construido un nuevo hospital arriba? Sí. Yo conocí hasta tres proyectos. Uno, tutelado por Cueto, que fue consejero de Sanidad. Dos, un plan director enorme del actual complejo, donde desaparecía el Hospital General y se ampliaba la Residencia, que estaba un poco impulsado por Cascos cuando era vicepresidente del Gobierno. Y un tercero, que intentamos sacarlo, partía de la base de un plan funcional encargado a una consultora alemana que consistía en una plataforma de una sola altura, donde estaban todos los servicios básicos, y luego cuatro torres de hospitalización. Se empezaba a construir en lo que era el Truébano, se iba avanzando, se iba derruyendo, y quedaba libre todo lo que es ahora la Residencia y el Centro de Rehabilitación.
–Varios proyectos, pero ¿todos buenos?
–Pues posiblemente. Por el que se optó creo que es extraordinario. Se introdujeron herramientas de gestión, que posiblemente sin el traslado no hubiese sido posible, como la informatización de todos los pacientes.
–Que tantos problemas dio.
–Sí, pero posiblemente en el viejo Hospital eso no se podía haber conseguido. Y eso es un adelanto tremendo en la atención al paciente, que siempre tiene que primarse. El enfermo es la diana en que tienen que concurrir todos los vectores de todos los trabajadores del hospital. Si tú te apartas de ese objetivo, fracasas. El hospital no es un edificio, es una especie de espíritu, es un ente espiritual y cada hospital es diferente.
–¿Qué siente al ver el escenario saqueado y vandalizado del viejo HUCA? Nadie lo entiende.
–Yo tampoco, de verdad, no logro entender por qué se ha llegado a eso, por qué se ha permitido o quién lo ha permitido, no lo sé.
–¿Ha vuelto por allí?
–Dentro no, por fuera. Se me caen las lágrimas. No puedo verlo, es superior a mí. Lo malo es que ese abandono se va a pagar ahora. Cuando a un edificio no le cambias de utilidad, muchas cosas las puedes conservar; cuando cambias de utilidad, hay que cambiar tantas cosas como que la reforma puede ser equivalente a la nueva construcción. Mira, yo, en principio, creo que todo el mundo intenta hacerlo lo mejor posible, pero en esto no alcanzo a comprender el motivo o el no motivo por dejarlo así.
–El futuro del viejo HUCA pasa por ampliar el campus universitario utilizando Maternidad, Silicosis y Consultas Externas, a la espera de conocer el destino de la Residencia de Covadonga.
–Había un proyecto que era un trueque de los edificios de la Tesorería, cambiarlos por el edificio y la finca del Hospital Monte Naranco más una compensación económica. Eso lo vi yo en un documento. La actividad que se estaba desarrollando en el Monte Naranco se trasladaba a Maternidad, porque estaba dotado de quirófanos, de radiología propia... Y la actividad seguía siendo la misma, sanitaria, y no tendría que hacerse ninguna inversión importante. En el momento que cambias la utilidad, la inversión es importante. Yo no sé quién la va a pagar. Supongo que al final será positivo el resultado, pero el coste y el tiempo va a ser enorme.
–¿De los 17 edificios, conservaría alguno?
–Siempre dije que la parte de Rehabilitación, que son gimnasios, tratamientos, electromedicina y piscinas, estaba recién remodelada y era fenomenal. Según Jaime Buylla, pasaban por ahí mil personas diarias, ambulatorias. Ahora mismo se hace una rehabilitación en el HUCA y otra rehabilitación paralela en los centros de salud. Yo hubiese mantenido a los ambulatorios en El Cristo y los ingresados en el HUCA.
–¿Su etapa al frente del Real Oviedo –cuatro temporadadas, del 2007 al 2010– le hizo tan feliz como la del hospital?
–No, evidentemente no. Pero como para cualquier ovetense presidir el Real Oviedo es un gran honor, un orgullo. A los anteriores mexicanos yo les dije: 'Oye, si necesitáis a alguien para la puerta o alguien que pinte las rayas, llamadme si no tenéis; pero para presidente no me volváis a llamar, ¿eh?» –ríe–. Quiero decir que es un servicio a Oviedo, pero ¿qué pasa? Que eso va intrínseco con el carácter de los ovetenses: llega uno de afuera y es un fenómeno; pero los de Oviedo somos muy malos, nos machacan.
–Es muy difícil...
–En un equipo de fútbol, tal como está concebido ahora, que son sociedades anónimas, hay tres cosas que tienes que gestionar: los números, los éxitos deportivos –todo eso lo puedes contar–, pero los sentimientos no. Igual que dije que el hospital es un espíritu, un equipo de fútbol es más que los números y más que los éxitos deportivos: es el sentimiento. Y gestionar un sentimiento es muy difícil.
–¿Sigue yendo al fútbol?
–Sí, soy abonado desde el año 55. Y accionista.
–¿Qué le parece el nuevo Tartiere?
–Siendo Luis Riera alcalde de Oviedo, en el año 82, quiso, para el Mundial aquel, darle un poco la vuelta al campo y sacarle una tribuna por encima. Pues gente que todavía está ahora en la política se opuso y movilizó a los vecinos de Buenavista y se opusieron. Pues todos aquellos que se opusieron pueden comer ahora encima de una esquina del Calatrava. Fíjate lo que sería un campo de fútbol en el centro de Oviedo donde puedes acceder andando.
–Y con mejor orientación.
–El sitio no es idóneo. Los accesos, una atrocidad.
–¿Ve al Oviedo en Primera?
–Yo creo que sí, yo creo que este año. Mira, el Oviedo es un equipo de mala suerte. Y en algún momento lo vamos a ver en Primera seguro.
–La ciudad deportiva, ¿le gustaría El Asturcón?
–Yo soy partidario de la ciudad deportiva en el Requexón. Adquirido con dinero propio de Enrique Rubio Sañudo –de los pocos presidentes que han dejado dinero en el Oviedo– son unos terrenos estupendos y tiene la posibilidad de ampliación.
–Pero son inundables.
–La técnica lo puede todo. Si son inundables, técnicamente se puede subsanar. El Requexón linda con Oviedo, con Llanera y con Siero. Ahora los propietarios tienen que valorar, que hagan una encuesta también a los aficionados, a los 500 que van a todos los partidos y a ver los entrenamientos, a ver qué quieren, el intagible. Los accesos son solucionables.
–El club y el Ayuntamiento acaban de chocar de forma pública. ¿Cómo deben ser sus relaciones?
–Lo más querido de Oviedo es el Real Oviedo. El Oviedo es Oviedo. La relación entre el club y el Ayuntamiento tiene que ser excelente, tienen que ser todo facilidades porque es un patrimonio más. Supongo que harán un esfuerzo para entenderse. Mira, hubo un momento en que Gabino de Lorenzo se equivocó con aquello del ACF y lo asumió; pero luego ayudó al Oviedo a tope. Soy testigo. Entrando en la ampliación de capital. La tercera vez que salvó al Oviedo fue cuando le vendimos las marcas –fui yo quien se las vendió–, porque si el Oviedo quebraba, que estaba casi en disolución, las marcas desaparecían. Entonces se les vendió el Ayuntamiento por un dinero que necesitábamos para sobrevivir dos años, lo que calculábamos hasta que llegáramos a fútbol profesional.
–Fue presidente en años complicados.
–Si hubiésemos tenido el dinero que tienen ahora... Cuando llegamos, lo primero que hice fue quitar todas las tarjetas. Cuando había que pagar algo para el Oviedo era tarjeta mía. Móviles, todos fuera. Ahí no había gastos. ¿Cómo iba a haber? Si no había.
–¿Cuál ha sido el mejor jugador del Real Oviedo?
–Yo conocí a Herrerita, pero lo disfruté muy poco. Un partido o dos. De los que yo conozco, el mejor jugador, Sánchez Laje. Y asturiano, José María.
–¿Y entrenador?
–Posiblemente, Juan Ochoa, que nos consiguió la mejor clasificación, fue el tercer puesto. Y de los entrenadores que estuvieron conmigo siendo presidente, que por cierto lo tuve que cesar, era Pichi Lucas. Es que hay momentos que no tienes más remedio.
–Hay voces que piden una calle a Gabino de Lorenzo.
–Si tengo que firmar, firmo. Para mí, como todo el mundo, con sus luces y sombras, de los alcaldes que yo conocí, el mejor.
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