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juan carlos abad
Sábado, 14 de abril 2018, 15:55
Sonia Rodríguez quería un perro y cuatro años después ha acabado en Ginebra, invitada a participar en una feria de inventores y patentes. La historia de esta estudiante de bachillerato del colegio San Ignacio, hasta la fecha, porque con su tesón tendrá más recorrido, ... arrancó cuando ante la negativa de sus padres a adoptar un cachorro, ella decidió buscarse la vida para financiar su posible manutención. Discurrió.
«Intentaba a toda costa tener el perro y con el tema de la higiene, que era un problema, se me ocurrió la idea: un 'recogecacas' aunque suene muy mal», admite Rodríguez. Le puso el nombre, 'Happy Poo' aunque no sabe si cambiarlo, ahora que su invento tiene visos de llevarse a la realidad por 'Octo Poo' (del inglés Octopus, pulpo). La idea llevaba rondándole la cabeza desde hace más de tres años.«En el Colegio teníamos un concurso de jóvenes empresarios y con un grupo de amigos decidimos presentarnos.Se lo propuse pero no les gustó. Ganamos con otra idea y fuimos a Madrid», relata.
«Nos presentamos a otro concurso y quedamos bien, pero decidí presentarme por mi cuenta al Certamen de Jóvenes Creadores», añade. Un evento de carácter nacional que convoca el departamento de Juventud del Ayuntamiento de Madrid en el que quedó finalista. «Me dieron un áccesit y me dijeron que por qué no intentaba patentarlo. Les parecía curioso y les llamó la atención incluso por el ahorro» en servicios municipales destinados a la limpieza de parques y aceras.
Pero sus padres, abogados, le explicaron el largo recorrido a transitar hasta conseguir una patente. «Me dijeron que era complicado y que me olvidara», añade. Una vez más, no se rindió. «Buscando por internet encontré una oficina que se llama La Fábrica de Inventos, que me ha ayudado a hacer todos los planos y dibujos y a obtener el certificado de 'modelo de utilidad», cuenta mientras exhibe las infografías de las que dispone.
Un proceso administrativo y un papeleo que a la empresa le reportará el 30% de los beneficios si el 'Happy Poo' llega a materializarse y comercializarse. «Es mío, pero ellos tienen derecho al 30% porque me ayudaron con todo el papeleo y el dibujo», explica.
«Mi porblema es que no tengo el objeto todavía. Ahora lo que necesito es encontrar a alguien. Una empresa interesada en hacerlo físico y comercializarlo. No sé muy bien qué es lo que viene ahora porque nunca he hecho algo así», explica Rodríguez. Pero su empeño tuvo otra ecompensa y otro giro inseperado. La Oficina de Patentes le envió una carta en la que le invitaba a la 46ª Feria Internacional de Inventores de Ginebra que se celebra del 11 al 15 de abril y a la que acudirá acompañada por su madre. «Esto es difícil además porque soy menor y lo complica todo más», se lamenta.
Para acudir a la feria tuvo que clasificar el 'Happy Poo' de alguna manera. «Más dificultades. Porque el objeto no es algo de ocio ni encajaba en la sección de animales así que para poder asistir lo tuve que clasificar como protección del medio ambiente» añade al tiempo que deja entrever que es optimista. «He estado leyendo que el 45% de los nuevos inventos que se exponen reciben financiación. Si no la consigo no pasa nada porque me parece muy interesanta como experiencia para alguien de 17 años», aventura.
Como funciona el 'Happy Poo'
«Es una cápsula con patas en la que se coloca la bolsa para recoger los excrementos y a través de un pulsador, cierra y comprime todo lo que recoge.No hay quye hacer el nudo. Y se podría hacer en muchos colores, ocupa poco...Ttengo muchas posibilidades para convencer a alguien», ríe. Porque algún recogedor de este tipo se ha hecho. Pero son «cutres», según indica Rodríguez. «Son cajas cuadradas que no son prácticas ni viables», añade. Y sigue dándole vueltas para mejorar el prototipo. «Ahora me planteo que igual la parte de las patas, en vez de ser de plástico podría ser de cobre que es antibacteriano». Con esa profusión de ideas bullendo en su cabeza, descarta sin embargo, ser ingeniera. «Me decanto por la rama biosanitaria», explica. Ah, y no, todavía no tiene perro.
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