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Jubilado, periodista, articulista, presentador de televisión, trabajó en la radio toda una vida, presentador de actos, melómano, guitarrista, curioso y con don de gentes. Ha sido monaguillo y tuno, pero, sobre todo, es buena gente, divertido, amable, siempre con una palabra bonita para cada persona y buen compañero. De esas personas que se hacen querer, y mucho. ¿Quién no sabe quién es David Serna? Seguramente casi nadie.
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David Serna Morís (Palencia, 1955) llegó a Oviedo con diez años cuando a su padre Elías, funcionario ministerial, lo trasladaron a Oviedo. En el viaje venían su esposa Paula, maestra nacional, y el pequeño David, hijo único. «Mi primer recuerdo de Oviedo es la plaza del Fontán porque a mi padre le encantaban los mercados y a mí me pareció precioso».
Estudió en el Alfonso II, «el único instituto masculino de Oviedo en aquella época. Había un plantel de profesores extraordinario». Reconoce que «nunca he sido buen estudiante, sacaba malas notas y era trasto». La afirmación es creíble si se le conoce hoy porque el que le mira se dice a sí mismo que menudo trasto debía ser de pequeño. Polvorilla y, como se dice en Asturias, culo inquieto.
Con todo, estudió Periodismo en Madrid. Pero antes de eso pasó por la facultad de Derecho de Oviedo, «aunque mi único objetivo era entrar en la Tuna». Cosa que consiguió. «Esa época y cuando fui monaguillo en San Juan y en las Salesas ha sido en la que más dinero gané. De monaguillo por los cinco duros (unos 20 céntimos de ahora, aunque en aquel momento con muchísimo más valor) que me daban por cada boda, bautizo o comunión y en la Tuna por los «'parches' que se hacían».
Empezó a trabajar en el extinto periódico Región y en 1982 sacó a las oposiciones para entrar en Radio Nacional hasta que se jubiló. Muchas andanzas en una preciosa profesión en la que David Serna ha dejado huella. Se casó con Conchita y tuvo un hijo, Elías, «que me ha dado dos nietos, Vera y León».
Melómano impenitente, adora el pop y el rock. El primer disco que se compró fue 'Please, Please Me', de The Beatles, y el último, hace pocos días, un tributo a Elvis Presley de jazz «que me compré en Madrid». Por el medio atesora más de 2.000 vinilos porque también es un romántico y tiene dos tocadiscos «con sus correspondientes amplificadores».
Hace unos años sufrió un ictus y «una operación vascular que me dejó sin un gemelo pero camino mucho aunque siempre por la ciudad porque me gusta recorrer Oviedo, una ciudad pequeña pero más grande de lo que parece».
Ya jubilado, no puede dejar de hacer la cosa que más le gusta, «porque soy periodista de vieja escuela», que es contar cosas. Ha encontrado en las redes sociales su vía de escape: «Procuro escribir sobre las cosas que me pasan y así mato la 'gusa'».
La vida de David Serna es un rosario de anécdotas, chascarrillos y mucho cariño que destila desde esos ojillos que casi le tapan las gafas pero que lo escrutan todo.
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