José Manuel Granda Valdés, en uno de los balcones del Centro Asturiano. ALEX PIÑA

Un corazón en el que late el Centro Asturiano

Decidido y directo. Tras 57 años de socio, el ahora presidente maneja los hilos con suavidad y dedicación tras una vida en la que todo lo empezó pronto, ya fuera trabajar, porque se inició en un almacén de caramelos con 13 años, como casarse o dedicarse a la hostelería y la banca

RAFAEL FRANCÉS

Domingo, 9 de abril 2023, 00:52

Tras 57 años de socio del Centro Asturiano y de haberse impuesto a sí mismo la insignia conmemorativa de los 50 años en la sociedad, «ya que era el presidente», dice con gran sentido del humor, José Manuel Granda Valdés (Oviedo, 1946) reconoce que su ... vida gira alrededor del club y no podía ser de otra manera, «porque nací a 200 metros del club de campo». Mira de frente y entrelaza las manos mientras habla en su despacho, en el que «habré entrado cinco o seis veces desde que soy presidente; soy mucho más de estar paseando por las instalaciones y charlar con los socios».

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Es un hombre que todo lo ha hecho rápido, con decisión. Empezó a trabajar a los 13 años «en un almacén de caramelos, lo ideal para esa edad» y se casó con 23 con Clara porque «tenía miedo de llegar tarde». Tuvo hijos pronto, en concreto tres (José María, Clara María y Marco Antonio). «Todos mis hijos nacieron en junio, así que los meses de septiembre fueron muy intensos», afirma y sonríe.

Granda Valdés, de joven.

Comenzó en la directiva del Centro Asturiano al jubilarse de la banca con 53 años, pero antes existe una trayectoria rica en vivencias para este hombre familiar, simpático, con una voz suave, amigable y ya algo gastada que lo mira todo con ojos curiosos detrás de sus gafas. Unos ojos curiosos que no denotan su edad porque parecen más de aprender que de enseñar.

En el club de campo.

Tras pasar por el almacén de caramelos donde estuvo dos años, «me metí en el mundo de la hostelería hasta los 32». Parte de esos años como camarero y otra parte como propietario y autónomo en la cafetería Enol, situada en la plaza de América. Corrían los años 70 del pasado siglo. «Fueron años maravillosos en Oviedo, nos divertíamos. Recuerdo que nos íbamos a a Faus (calle del General Zuvillaga), Aristos (Calle Cervantes) y al Pinar del Río (Avenida de Galicia). Era un Oviedo donde todavía se veía a los señores que andaban con sombrero, porque Oviedo siempre ha sido una ciudad con mucho nivel, y una juventud alegre y extrovertida que ya había viajado y que buscaba otra forma de divertirse».

Cuando fue nombrado presidente.

De ahí a la banca, donde terminó su carrera profesional. «Empecé en el Central y acabé en el Santander», desglosa, resumiendo en una frase una carrera intensa en la que le tocó vivir varios procesos de fusiones en la banca, que acabaron con la integración del Banco Central de Alfonso Escámez en el Banco de Santander de Emilio Botín.

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Todo esto es experiencia vital y profesional, pero paralela a ésta, 57 años de socio del Centro Asturiano. «Mi vida ahora es el Centro Asturiano y la familia aunque en casa a veces me riñen porque dicen que antepongo el club a la familia». Y añade: «Ser presidente es un orgullo pero también es una responsabilidad porque es una entidad grande, menos mal que tengo una junta directiva muy trabajadora».

Nació a 200 metros del club de campo y ahora pasa los días en el propio club de campo que durante años observó desde casa. Por cierto, si pide algo en el bar, no ejerce de presidente y sí de socio. Paga la consumición. Y es que hay costumbres que nunca terminan de desaparecer.

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