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Luis Alberto Martínez. PABLO NOSTI
La comida y la amabilidad hacen historia

La comida y la amabilidad hacen historia

El placer de trabajar. Pragmático y sonriente, observa el mundo desde unos ojos tímidos mientras prepara el camino para dejar la cocina de Casa Fermín en manos de la cuarta generación, su hijo Guillermo. Llegó a Oviedo por amor y disfruta de sus nietos, «que son los que mandan»

Domingo, 4 de agosto 2024, 02:00

Salió de su casa en La Rioja cuando tenía 17 años para ir a estudiar hostelería a Madrid y no volvió «salvo en vacaciones». Por el medio conoció a María Jesús Gil, su esposa, y se vino a Oviedo para continuar con la saga de Casa Fermín y componer con ella (él en la cocina y su esposa en la sala) la tercera generación de Casa Fermín, uno de los restaurantes con más fama ganada de Asturias y referente de la cocina asturiana durante un siglo, pues este año se cumple el centenario de lo que nació como casa de comidas en El Fontán y los últimos 41 años en la calle San Francisco.

De niño, con pantalones cortos.
Fesoria en mano.
Con María Jesús, su esposa.

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Pragmático, sonriente, con una mirada tímida detrás de unos ojos grandes que desaparece en cuanto entra en las distancias cortas. Cocinero, profesor de cocina, andarín, esposo, padre y ahora, sobre todo, abuelo de Elisa y Pablo, «los nietos que están en Oviedo y que nos tienen babeando y que han hecho de la vida de María Jesús y la mía un ordeno y mando donde ellos ordenan y nosotros obedecemos». Se le cae la baba con los nietos.

Luis Alberto Martínez (Alfaro, La Rioja, 1957) ha sido el cocinero durante casi 40 años de Casa Fermín, uno de los grandes de Asturias, además de profesor de la Escuela de Hostelería de Gijón, «donde gané la plaza de profesor de cocina en 1985».

El amor le trajo a Oviedo en 1977 y ya nunca se fue. «Ser ovetense es muy bonito. Es una ciudad que me acogió, con gente abierta y con gran talante , como los riojanos. Fue muy fácil integrarse en Asturias, aunque lo que he llevado siempre peor ha sido el orbayo y hasta eso he superado, sobre todo, porque ya hace mucho que no orbaya».

Su hijo Guillermo, su nuera Laura y su hija Ana, «que lleva la respostería», son ya la cuarta generación de Casa Fermín y «María Jesús y yo vamos dejándoles paso para que se hagan cargo del restaurante. Ya están preparados».

Luis Alberto ha hecho con su vida un universo de trabajo. Trabajar, trabajar y trabajar, eso es lo que ha hecho «y me ha gustado». Eso sí, bajo las premisas de la casa: Buen producto, buena cocina y «tratar muy bien al cliente. Recibirlo con una sonrisa, recomendarle y despedirle en persona, porque despedirse de un cliente es importantísimo. Es como decirle: gracias por venir a nuestra casa».

Cuando dice que ya no trabaja tanto como antes y que su hijo se ha hecho cargo de la cocina es verdad, pero con cierta trampa, pues su mujer sigue llevando con mano fina el comedor y él revisa, aconseja y mira.

Cuando no trabaja, es decir, los domingos, camina 12 o 15 kilómetros y las vacaciones «siempre las buscamos en lugares donde haya buena gastronomía». Le gusta la buena mesa y el buen servicio, pero está igual de cómodo «comiendo un pulpo espectacular en Melide» (cerca de Santiago de Compostela) como «hace 11 años en la última cena que dio El Bulli donde despedimos a Ferrán Adriá, junto a Pedro Morán».

Lo tiene claro: el futuro pasa por «seguir disfrutando de la familia, apoyar a mi hijo y preparar las celebraciones de un negocio centenario».

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