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El tramo de la antigua carretera de Castilla que hoy une Arzobispo Guisasola con Los Arenales es la calle San Lázaro, una cuesta que en pocos metros cuenta con gran número de comercios de lo más variado, desde carnicerías o pescaderías, hasta floristerías y tiendas de moda.
Un barrio que destaca por su población algo envejecida y su tranquilidad, aunque la cercanía al autopista y el cementerio causan bastante ajetreo de coches. Por ello, los comerciantes esperan con ilusión la próxima construcción de las torres de San Lázaro que rejuvenecerá un poco el vecindario.
Desde 1992 lleva Ana Estrada trabajando en esta floristería, aunque en 2012 se puso al frente, «cuando se jubiló mi jefa, después de tantos años trabajando con ella, tenía el oficio, la clientela y el barrio, que es fantástico, así que me animé a cogerla», resume.
Está feliz en esta calle a la que considera «bastante comercial, aunque hay que darle un poco más de impulso porque está envejeciendo». Destaca, además, que la clientela «es muy fiel y los comerciantes estamos bastante unidos», y agradece que es una zona en la que «apetece mucho comprar en una tienda pequeña, todavía se respeta mucho el comercio pequeño».
«Yo la llamo la milla verde», explica Xose Lluis Cano, de Carnicería San Lázaro, «porque somos muchos comercios en pocos metros y nos llevamos todos muy bien». Para Cano, que lleva trabajando en la carnicería desde poco antes de la pandemia, se trata de una calle donde «no hay mucha afluencia de gente y llevan las manos vacías, van para el centro», lamenta.
Destaca que «la gente del barrio es maravillosa», pero en los meses de verano queda muy poca; «tengo clientas que marcharon en junio y hasta septiembre u octubre no vuelven», lamenta. Para él, el principal inconveniente de esta zona en la que encuentras «mucho comercio y muy variados», es el aparcamiento, «la gente va a comprar fuera porque aquí no tiene dónde aparcar para poder comprar tranquilamente».
El aparcamiento también es el único inconveniente que le encuentra Verónica García, de Panadería Casero, a la calle. «La gente quiere parar, pero viene con prisas y no puedes atenderles como deberías, ni explicarles los productos que tienes porque no tienen donde dejar el coche bien», señala.
García lleva diez años en la empresa, ya que cuentan con otra panadería en La Argañosa, y en la de la calle San Lázaro está desde la pandemia. «Es un barrio de gente muy buena, tenemos unos clientes que chapó, porque la gente es amable y respetuosa», señala. Además, destaca que a nivel comercial «es una zona con mucha afluencia gracias a la mutua, al cementerio y a las salidas de Oviedo».
En 2014 Raquel Díaz, que vivía en la zona, decidió dar el paso y emprender con Moda Rakel. «Me parecía que hacía falta una tienda en el barrio», señala. Para Díaz es una calle muy tranquila y es que «pasa todos los días la misma gente a la misma hora, siempre la mismas rutinas», aunque destaca que también tienen algunos clientes de la zona de San Esteban, La Manjoya o las afueras.
Pone en valor que es un barrio en el que «está todo muy a mano: el banco, el supermercado... La calle te resuelve muchas cosas y está a un paso del Ayuntamiento y bien comunicada». Sin embargo, lamenta que «la población está envejecida, echo de menos las torres que van a hacer, que es un punto a favor y rejuvenecerá la población», concluye.
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