Rafael Francés
Domingo, 7 de abril 2024, 02:00
Indómita, coqueta, colorista, guapa, trabajadora, feminista, con salero, le gusta la moda y, a base de vivir en este mundo, si se le pone delante una cámara, posa. Dueña de unos bonitos ojos claros reconoce que lo suyo es coleccionar vinilos «para escucharlos en el ... tocadiscos». Convive entre la velocidad, las prisas y la locura del mundo de la moda y la tranquilidad en forma de burbuja que es residir en Oviedo. Tiene una socia y amiga china, Sunny, porque comenzó su periplo profesional en Shanghai. Algo así como pasar de la máquina de escribir al ordenador más moderno, de la avenida de Galicia, donde vivió hasta los tres años, al Pudong, donde trabajó la pasada década, para volver al terruño por culpa de la pandemia, o a lo mejor, gracias a la pandemia.
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Es Celia Bernardo Fernández (Oviedo, 1979), Celia B en el mundo de la moda. Una creadora que cuenta con 289.000 seguidores en Instagram y que vende sus diseños bañados de colores por el mundo entero: «trayendo color y alegría al mundo». Celia B es un paradigmático ejemplo de que se puede triunfar desde Asturias. Sólo hace falta prepararse, formarse, trabajar mucho y, por supuesto, ser muy buena en lo suyo. Hija de Ignacio, que fue director provincial de Trabajo, y de Florentina, catedrática en el instituto Alfonso II. Tiene una hermana, Lucía, dos años menor.
De su niñez recuerda su pasión por disfrazarse «ya fuera de arlequín, enfermera o princesa porque para Reyes siempre pedía un disfraz. Estudió Publicidad y Relaciones Públicas en Madrid, «aunque me parecía todo poco creativo, así que empecé a customizar. Recuerdo que me fui a Ibiza con una amiga a hacer pendientes y venderlos para sacar unas perras». «El caso es que los diseños empezaron a gustar y, aunque acabé la carrera y trabajé en Pepe Jeans y Zara, yo lo que quería era diseñar y hacer pendientes». En 2010 aterrizó en Shanghai para dirigir el departamento de accesorios de una marca china y tras conocer a Sunny se plantearon la idea de montar su propio negocio y abrieron un puesto en una calle. «Fue un proceso larguísimo, Europa estaba de capa caída y China emergía». El despegue es raudo. En 2012 presenta colecciones en Shanghai, Tokio, París y Nueva York.
Viento en popa hasta que las prisas y la velocidad le pasan factura y rompe con todo para mudarse a Tailandia buscando «tranquilidad y hacer yoga todos los días con la 'naif' idea de trasladar la producción allí y conseguir lo mismo. No funcionó. Así que puse la marca en pausa y a los dos años Sunny y yo comenzamos de nuevo y me vine a Europa».
Se abrió paso en el mercado norteamericano donde ya vende en más de 200 puntos y aunque «la intención era vivir en Miami, me compré un piso en Oviedo y abrí un 'showroom' en la calle del Águila. Empecé sola, ahora somos seis personas en Oviedo y siete más en Shanghai». No para de viajar y se refugia en su casa «para estar tranquila y disfrutar de la paz». Celia B ha subido la montaña para saber que quería vivir en el valle.
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