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Ojos enormes que miran fijamente; sonriente, encantador, hablador, afable, diseñador, vendedor, polvorilla, muy activo, homosexual, casado, viajero, lector de moda, un loco del gimnasio y practica Krav Maga, así que cuidado con él, porque es pequeño pero matón.
Es un enamorado de los Premios Princesa de Asturias, no en vano viste a muchas de las mujeres que acuden al acto del Campoamor. Siempre habla de elegancia y buen gusto en el vestir, que es lo suyo, su campo de acción, y para eso en Oviedo dos nombres: «Sin dudarlo, en Oviedo las más elegantes son Clara Cimas y Victoria Cueto-Felgueroso».
Tiene pinta de ser un pedazo de pan con mucho genio, pero sobre todo es encantador, cercano y sabe hacer que las personas de su alrededor se sientan bien, en confianza. Debe ser así porque vende mucha ropa de la firma Fely Campo, con la tienda situada en la calle Gil de Jaz, de la que es gerente para el norte de España, pero también está a punto de abrir su propia firma, «seguramente para octubre con tienda abierta en Oviedo bajo su sello: 'Albuixech'».
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Carlos Albuixech (Zaragoza, 1971), hijo de José María, diseñador de figuras de porcelana, y Maria de los Ángeles, ama de casa, llegó a Oviedo en 1999 para trabajar en el grupo peletero Rey Golden, en Posada Herrera, y luego en la mítica Villa París. Por el medio trabajó en Chanel en Madrid, un momento importante porque «el lujo requiere una excelencia y lo que aprendes en Chanel es eso». Visto su perfil profesional, no parece que haya salido del centro de Oviedo.
«Aquí he creado la familia que yo he querido, es decir, mi marido Salvador, con el que me casé hace 20 años, y mis amigos». Su condición sexual nunca ha sido un obstáculo ni «un problema para mí en Oviedo. No he tenido grandes problemas con mi homosexualidad, antes me llamaban maricón y ahora, sorprendentemente, facha. Son cosas que pasan, total, por llevar la bandera de España en la muñeca. Todo da muchas vueltas». Y se monda de risa.
Eso sí, a la hora de definirse ni duda ni se muerde la lengua: «Soy un maricón clásico, un Chanel número 5».
A los libros no les dedica muchas sonrisas, debe ser ante las pocas cosas que no sonríe. Sólo de moda, y más revistas que libros. La televisión convencional la ve poco, pero es un enamorado de Netflix, lo que le enchufa ante el televisor cuando no trabaja, aunque no es mucho tiempo, que los horarios comerciales son muy sacrificados.
Lo que más le gusta es viajar. «El último viaje a Tánger para celebrar mi 54 cumpleaños hace unos días y el viaje que más recuerdo fue Egipto. He ido dos veces y me vuelve loco».
Detesta cocinar, aunque «me gusta la fabada muchísimo pero me encanta más comer con los amigos que la propia comida». Claro, después hay que sufrir en el gimnasio.
Carlos Albuixech pone más guapas a las ovetenses desde su tienda de Gil de Jaz y sonríe a la vida con unos enormes ojos que encajan a la perfección con su inmaculada sonrisa. Mezcla óptima.
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