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CECILIA PÉREZ
Jueves, 4 de abril 2019, 03:25
El nombre de Trubia lleva intrínseco una referencia histórica, industrial y militar que no puede desdoblarse del núcleo fuerte que marcó una época y una economía: la fábrica de armas.
Este año toca doble celebración vinculada a esta factoría. Se cumplen 225 años de su creación y 175 de la llegada del hombre que le dio su empuje definitivo con la creación de la Escuela de Aprendices, el general Francisco Antonio de Elorza y Aguirre.
Una guerra tuvo la culpa o la suerte, según se mire, de la creación de la fábrica de armas de Trubia. La inminente contienda de la independencia contra los franceses a finales del siglo XVIII marcó un antes y un después. La mayoría de las fábricas de armas españolas estaban localizadas en el País Vasco, muy cerca de la frontera con Francia. Este fue el motivo por el que la Corona Española encargó al ingeniero jefe de la Marina, Fernando Casado de Torres, que buscase una nueva ubicación para construir una «gran» factoría armamentística. Trubia fue la localidad elegida. «Se eligió por su cercanía a las minas de hierro, por la presencia de carbón y piedra en las Reales Minas de Langreo y porque se proyectó la canalización del río Nalón para transportar los minerales», explica Toño Huerta, geógrafo y coordinador de las ponencias que conmemoran el aniversario de la fábrica de armas de Trubia y que arrancan este jueves, 4 de abril, en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo.
De las tres causas por las que Casado de Torres eligió Trubia para localizar la factoría, una de ellas fue un auténtico fracaso. El canal por el que transitaban chalanas que trasladaban el carbón de las minas de la comarca hasta la costa fue una aventura que no acabó bien. La canalización no aguantó ni siquiera una década, de 1793 a 1801, fue el tiempo que tardó el proyecto en desaparecer debido a sus altos costes y sus problemas logísticos. «Fue un desastre que supuso que Trubia se quedara aislada hasta la llegada del general Elorza», expone Toño Huerta.
La figura de Francisco Antonio de Elorza y Aguirre fue clave para el resurgir de la factoría, porque en la historia de la fábrica de Trubia hubo dos períodos. Una primera época de municiones de hierro con altos hornos al carbón vegetal y aire en frío; y una segunda con fundición de cañones, molderías y aceros. Fue en este segundo contexto cuando el general Elorza se ocupó de su dirección. Llegó en 1844 con un currículum de notable militar liberal, curtido en Europa, en Lieja se licencia en Ingeniería y Metalurgia. Su formación fue el empuje para crear la Escuela de Aprendices, semilla de la Formación Profesional en España.
El general Elorza estuvo a cargo de la fábrica de armas desde 1844 hasta 1863. Fue quien asentó las bases del desarrollo tecnológico e industrial de las factorías de armas de Asturias y con la creación de la Escuela de Aprendices se fomentó la llegada de profesionales de toda Europa. Su desembarco no fue baladí, a los avances técnicos se les sumó el movimiento artístico que surgió desde la factoría trubieca con la producción de los famosos bustos de bronce, considerados auténticas joyas de arte industrial. Pero la Escuela de Aprendices también ayudó al despegue de la minería y la siderurgia en las zonas que suministraban las materias primas a la fábrica, principalmente la Cuenca del Nalón.
Germen de la FP
La labor social y educativa de la Escuela de Aprendices no tiene discusión. En sus ciento cincuenta años de existencia –se creó en 1850 y desapareció en 1990– más de 4.000 jóvenes pasaron por sus aulas. Venían de un contexto mayoritariamente rural y con unos índices de analfabetismo altísimos. La Escuela pulió su falta de conocimiento a base de estudio y de aprender un oficio, lo que les supuso lograr un puesto de trabajo altamente especializado, un salario, la posibilidad de promocionar internamente dentro de la factoría e incluso de formar parte de los cuerpos de arma de artillería. La Escuela de Aprendices se convirtió, así, en la primera sede de la FormaciónProfesional a nivel mundial.
José Luis Suárez fue uno de esos aprendices. Entró en la Escuela de Trubia en 1943 y salió en 1947. El próximo 3 de mayo ofrecerá un recorrido por lo que supuso esta institución, en el marco de las conferencias conmemorativas de los 225 años de la creación de la Fábrica de Armas de Trubia. Su paso por la Escuela de Aprendices fue decisivo para su vida. «Me condicionó totalmente el futuro, porque ahí adquirí una mentalidad que me enseñó que si quería salir de obrero de tercera debía de alcanzar otras aptitudes y así llegué donde llegué». Ese destino que cuenta este veterano aprendiz, a sus 90 años, le llevó a licenciarse en Derecho, a diplomarse en Organización Científica del Trabajo, a convertirse en graduado social y a especializarse en seguridad e higiene industrial. «De ahí salimos la mejor mano de obra de España. Allí se forjó y allí de perdió», lamenta Suárez.
Pero si la labor educativa fue importante en Trubia, no menos lo fue su labor social, industrial y hasta demográfica. «La fábrica supuso que Trubia se convirtiera en el principal foco industrial de Asturias», señala el geógrafo Toño Huerta. Hasta el punto de que el 90% de la población trubieca está vinculada a la factoría. «Trubia tiene actualmente 2.000 habitantes, pero en los años cuarenta, pico importante, la fábrica contaba con 4.000 trabajadores y 7.000 habitantes. La fábrica lo significó todo», señala Huerta.
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