Lo borda con las novias

Lejos del postureo. Diseña trajes de boda de alta costura. Salió a Londres y París para abrirse camino y ha vuelto a Asturias buscando la tranquilidad del terruño, como tantos otros que lo desean pero que no lo hacen. Pese a todo vive estresada de trabajo y sueña con una vida tranquila

Domingo, 28 de abril 2024, 02:00

Sólo añora una vida tranquila «con un burrín y acabar una casina que me compré en Camango (Ribadesella)». Pues un anhelo tan sencillo se está convirtiendo en algo especialmente complicado porque, aunque parezca mentira, el diseño de trajes de novia puede llegar a ser un ... oficio estresante. «Queremos hacer 30 al año para vivir tranquilos y el año pasado fueron 67 y este ya vamos por 38».

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Teresa Patiño Velázquez (Oviedo, 1987) es diseñadora y, sobre todo, bordadora. Es una de las asturianas de la diáspora (gracias Julín, maestro) que se fue a conocer mundo y abrirse camino, y ha decidido deshacer el camino andado y asentarse en Asturias para disfrutar de la tranquilidad de provincias. Bueno al menos en teoría.

En una tienda de campaña, con su primo.
Con su amiga Palida en el internado de York.
Uno de sus amores, los caballos.

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Muestra una dulzura que parece esconder un temperamento volcánico. Tiene las manos suaves y cuidadas, observa y se fija mucho. Le gusta el detalle. Encierra dentro de sí el anhelo del pueblo, del terruño, dentro de una urbanita y se abre una camino a marchas forzadas en el mundo de los trajes de novia, donde borda con maestría y cose a mano o en una máquina casi del año del picor. Ha alcanzado junto a su equipo de «tres o cuatro personas según el volumen de trabajo», altas cotas para sus clientas que frecuentan su atelier de la calle del Marqués de Santa Cruz.

Hija de Pedro, propietario de una distribuidora de dulces, y Teresa, que tenía una marca de trajes para niños, vivió su niñez entre las modistas de la tienda de su madre, «donde aprendí a hacer punto de cruz porque me aburría» y la casa de Camango. «Siempre iba sucia, llena de rotos y entre mis animales; mi yegua, 'Mata-Hari', y mi perro, 'León'».

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A los 13 años sus padres la mandaron a un internado a York y a los 18 se trasladó a Londres para estudiar diseño de moda. «Me costó mucho encajar en el mundo de la moda porque hay mucha tontería y postureo pero al ir encontrando amigos artistas fui enfocando la moda hacia algo más artístico. Así encontré el bordado».

Lo de los amigos artistas le llevó a echarse un novio japonés y con el pelo largo hasta la cintura, que «cuando lo traje a Oviedo debo reconocer que fue todo un acontecimiento en la familia».

Hizo prácticas con David Delfín y «me especialicé en el bordado de alta costura. De hecho estuvo un año en Lesage de París, la escuela de Chanel, otros tres años en el Instituto Marangoni para «luego volver a Londres y trabajar de camarera, en la marca Asos de alta costura y siete años bordando para Safiyaa, pero como siempre me imaginé viviendo en el campo y no estoy hecha para los ritmos de la gran ciudad volví a Oviedo». Aquí bordó, y mucho, para los trajes de novia de Marcos Luengo o Marta del Pozo pero se dio cuenta de que sus diseños también merecían la pena.

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Abrió en Oviedo y no ha parado de trabajar. Podría hacer más trajes de novia pero «no me interesa hacer mucho dinero porque me vine a Oviedo a vivir tranquila aunque al final no he tenido más estrés en mi vida». Teresa Patiño sueña con la tranquilidad, mientras tanto no para de bordar.

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