J. C. A. / R. A.
OVIEDO.
Domingo, 11 de marzo 2018, 01:32
«Había una zona del fuego del incendio de Uría que quedaba fuera de nuestro alcance. Nos dieron la orden de seguir echando agua en el techo porque aguantaba. Bajamos de la cesta, nos desanclamos y nos pusimos el equipo de respiración. Mi compañero -Eloy ... Palacio- iba por delante cuando sentí un ruido y unas vibraciones. Vi cómo se derrumbaba el suelo. Intenté saltar pero no fue posible. Caí encima de unos escombros y unas piedras me atraparon las piernas. Pedí auxilio por la emisora, pero no me escuchaban... Me puse a caminar a pesar de que la pierna izquierda estaba totalmente atrapada y llegué a la fachada. Tiré piedras a mis compañeros y me sacaron. Una vez fuera me acordé de mi compañero y pregunté por él. Tardaron mucho en decirme lo que le había pasado».
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Este es el relato que Juan Carlos Fernández Granda, 'Cuni', el bombero herido durante el incendio de Uría, número 58, hizo en la última fase de su tratamiento psicológico, que ahora ha sido publicado por la psicóloga Natalia Lorenzo y la enfermera Patricia González en la revista 'Bombero 080' bajo el título 'Asistencia psicológica a bomberos tras una situación traumática'.
El reportaje desvela en sus inicios que la Asociación para la Intervención Psicológica en Urgencias, Emergencias, Crisis y Desastres ofreció a la Concejalía de Seguridad Ciudadana sus servicios el mismo día del accidente. Los especialistas podían ayudar a asimilar lo ocurrido tanto al efectivo herido como a los funcionarios que sacaron el cuerpo de Palacio. Ese servicio nunca se activó.
'Cuni' sufría, diez meses después, trastorno de estrés postraumático en grado leve. Recordaba lo acontecido ajeno a él, «como si fuera una película», y en algunas ocasiones se sintió culpable de la muerte de su compañero. En un principio fue atendido por un psiquiatra de Salud Mental del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). Solo tres sesiones en las que le recetaron una medicación que tomó durante tres días, detalla la publicación.
También se realizó un seguimiento por el servicio de psicología de la mutua de trabajo, pero «no fue una intervención propiamente dicha por lo que no se considera de utilidad», reza el informe. A partir de este momento «no se realizó ninguna intervención psicológica más a pesar de que el Instituto de Medicina Legal señaló un mes y medio después del accidente que sufría trastorno de estrés postraumático».
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Pasaron diez meses hasta que a través de sus compañeros de trabajo se puso en contacto con la psicóloga con la que hizo terapia. Durante el tratamiento, como se detalla en el artículo, el bombero pasó por varias etapas. Del diagnóstico a trabajar la resiliencia, cerrar el duelo por Eloy escribiéndole una carta para lograr, en el estadio final, no pensar «todo el día» en lo ocurrido. También le ayudaron a reforzar sus propias iniciativas como la de serigrafiar el perfil de Eloy en su casco de trabajo a «modo de cicatriz. No quiero que se olvide lo que pasó».
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