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La Policía Nacional acordonó la zona por razones de seguridad. M. R.
«La suerte evitó una masacre»

«La suerte evitó una masacre»

Buenavista. Los vecinos recuerdan conmocionados el ataque al cuartel, por el que Soledad Iparraguirre, exlíder de ETA, se enfrenta a 71 años de prisión

JUAN VEGA

Viernes, 16 de octubre 2020, 01:04

Han pasado veintitrés años del intento de masacre de ETA contra el cuartel de la Policía Nacional de Buenavista. Tras más de dos décadas de espera, el fiscal de la Audiencia Nacional mantuvo el pasado miércoles su petición de 71 años prisión para Soledad Iparraguirre, alias 'Anboto', una de las cabecillas de la banda terrorista que ordenó cometer el ataque en la mañana del 21 de julio de 1997. Una fecha que recordarán siempre los vecinos de la zona, los testigos más directos del suceso que, finalmente, se saldó con dos mujeres heridas leves y con daños estructurales en edificios de viviendas.

La suerte y la falta de pericia del comando terrorista desviaron tres de las cinco granadas -las otras dos no se lanzarían- colocadas con temporizadores en los jardines de la plaza de toros y que, en un principio, se encontraban apuntando al patio del cuartel de la Policía. Uno de los proyectiles impactó directamente en el patio de luces del número 14 de la avenida de Buenavista. En el quinto piso del edificio sigue residiendo María José Díaz. Cada vez que sale a tender la ropa se le viene a la cabeza el atentado: «Es curioso porque la zona de la fachada donde estalló la granada la pintaron de otro color, por lo que siempre te evoca a ese momento».

Los agentes, ayudados por perros y robots, participaron en la tarea de desactivación de los explosivos. M. R.

Dos portales más abajo, en el número 10, Luis García recuerda el estruendo que ocasionaron las explosiones en su casa, mientras se vestía para acudir al trabajo. Nunca pensó que había sido una bomba y sin más preocupaciones, se dirigió como cada mañana a tomar el autobús en la avenida de Galicia. Su sorpresa se acrecentaría horas más tarde cuando se enteró de que, sin saberlo, había estado sentado más de diez minutos dando la espalda a una granada que se encontraba en el edificio de atrás. «La suerte evitó una masacre ese día», asevera. Una opinión que comparte el dueño del Mesón Valixu, José Antonio Fernández, que tampoco olvida la incertidumbre de los días siguientes: «Había miedo a que se repitiese». Por fortuna, ETA no volvió a apuntar a Oviedo.

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