![«Asturias tiene potencial para tener un Museo de Ciencias, sería algo grandioso»](https://s2.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2024/06/15/95358725.jpg)
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Es un apasionado de las piedras y los minerales desde su niñez y hoy en día sigue buscando tesoros en minas abandonadas; un geólogo con una vocación y una ilusión difícil de igualar; un incansable divulgador que allá donde le pidan exponer sus conocimientos, acude ... raudo y no por contraprestación alguna. A Luis Rodríguez Terente le nacieron en Madrid en el año 1967 por causas profesionales de su padre, pero se siente más asturiano que nadie: «lo soy absolutamente», recalca. A los tres años, dejó la capital para pasar su niñez y adolescencia entre Galicia y Asturias. En esta entrevista explica cómo desde niño supo su vocación y cómo trabaja por mantener en la élite al Museo de Geología de la Universidad. Un éxito que supone unas 3.600 visitas anuales, además de hacer unas 180 visitas guiadas al año. Se define como «un corredor de fondo», un «optimista» que ha ido logrando sus objetivos. Ahora persigue la ampliación del museo y sueña con la creación de un Museo de Ciencias en Asturias.
–Desde niño le gustaba perderse por los acantilados y playas buscando minerales.
–Teníamos una casa en Valdepares, en el Occidente de Asturias, donde veníamos todos los fines de semana desde San Ciprián. De los acantilados de Tapia y de El Franco no hay un sólo centímetro cuadrado que no haya recorrido. Iba descubriendo cada pequeña cala, cada pequeño rincón fijándome siempre en si había vetas de cuarzo. Iba con mi martillo, mi cortafríos picando, sacando las muestras. Todos mis amigos decían: 'ya está Luis con las piedras'.
–¡Qué suerte tener una pasión tan enorme!
–Si hay algo vocacional en mí, desde luego son los minerales. A la playa me llevaba una guía de minerales, era la guía Grijalbo, que dejé totalmente destrozada. Lo que más me divertía, y me sigue divirtiendo, era leer libros de minerales. Aprendí mucho con eso, pero para mí fue determinante el año 1980.
–¿Por qué?
–Mi abuelo trabajaba en Marruecos y mis padres me enviaron un verano con ellos. Fue un descubrimiento: en la playa te encontrabas grandes Rosas del Desierto y salían eflorescencias de cristales de yeso de la arena y fósiles, había fósiles de erizos marinos. Yo de aquella no sabía ni lo que era el yeso ni lo que era un erizo marino fosilizado. Pero lo cogí todo. Y la prueba es que volví con 60 kilos de sobrecargo en el avión. Cuando regresé de aquel viaje, ya tenía claro que mi vocación eran los minerales.
–Llegó a la Universidad con las ideas claras y formación.
–Tenía mucho fondo, pero aquí aprendí cosas muy diferentes. Los minerales de verdad los entendí cuando descubrí una asignatura, muy muy muy difícil, que se llama Cristalografía. Cuando acabé la carrera no era muy difícil colocarse y mientras algunos compañeros emigraron al extranjero en busca de mejor fortuna, yo me quedé en el área de Mineralogía y Cristalografía empezando una tesina; pero a verlas venir, a ver si me iba o me quedaba, no lo tenía nada claro. Tuve una opción en que fui profesor en la casa de Cristalografía y Mineralogía y justo en ese momento se estaba gestando la idea de crear el Museo de Geología.
–Y le enganchó.
–Aquello me sonaba muy bien después de tantos años visitando museos de mineralogía en toda Europa y España, ¿por qué no en Oviedo? Se confabularon los astros, empecé como becario y opté a esta plaza que poco a poco fue creando la Universidad. Esto fue en 2001 y estamos en 2024, y aquí está el museo.
–Es un museo universitario y abierto a la ciudadanía.
–De mano, nuestra idea era ofrecer los materiales más atractivos con un discurso, una didáctica un poco más docente, más dedicada a nuestro alumnado. Al poco de inaugurar el museo, la sorpresa fue que empezó a venir gente de la calle, colegios e institutos y con el boca a boca se demandó algo que nunca habíamos previsto: hacer visitas guiadas. Yo soy científico, yo me dedico a mis piedras, estoy estudiando minerales y no habíamos pensado en contarlo. Así que tuve que aprender a divulgar, a traducir ese lenguaje que yo tanto entendía a la gente que no sabe absolutamente nada. Es muy complicado bajar a simplificarlo. El primer año seguro que la gente odió la Geología para el resto de su vida, porque yo quería enseñarles lo que a mí me habían enseñado y me di cuenta que no lo estaba transmitiendo; entonces, empecé a transformar el discurso en la dirección de contar historias en las vitrinas.
–¿Cuáles son los tesoros más relevantes del museo?
–La más relevante, por importancia histórica y singularidad, es el meteorito que cayó en Cangas de Onís. Hay un conjunto de fragmentos que es la única muestra, la principal y la más grande, que estuvo en el Gabinete de Historia Natural de la Universidad de Oviedo, que se destruyó en 1934. Ahora mismo se exhiben en el museo nada más que mil ejemplares, es la punta del iceberg de una colección de más de 50.000.
–¿Dónde están?
–Están guardados en cajas y muchos son materiales de investigación. Todos los museos tenemos ese fondo con el que nutrimos el movimiento de las vitrinas y creamos exposiciones temporales. A mí me importa muchísimo que los museos no sean estáticos. No hay nada más terrible que ir a un museo diez años después y encontrar la misma muestra con el polvo encima. Eso es algo terrorífico. Eso no es un museo para mí. Ahora lo que hacemos es exhibir conceptos en base a los objetos.
–¿Es necesaria una ampliación?
–Sí, sin duda. Queda pequeño. He dado mis primeros pasos con el rector diciéndole que sería deseable ampliarlo un poco más.
–Espacio aquí tiene, ¿faltaría financiación?
–Ese es el problema, la financiación. Ahora lo sufrimos todos y la Universidad no está al margen. Fíjate si tengo un problema de financiación que todavía me faltan seis muebles para acabar de amueblar el espacio actual. Es algo tremendo, pero estamos en vías de solución. No me cabe ninguna duda de que el apoyo de nuestro rector es total. Yo soy un corredor de fondo, empecé de cero y este museo ha ido ampliándose con el paso del tiempo en contenido, en calidad y en espacio.
–Y está en los primeros puestos.
–En 2001 fuimos pioneros como Museo Universitario de Geología y hoy, en 2024, pues somos los cuartos. ¿Por qué? Pues porque otras universidades, como las de Zaragoza, Santiago de Compostela y Valencia ya tienen edificios propios para el museo; eso es un sueño al que no puedo aspirar: hacer un museo propio de Geología o en su defecto de Ciencias Naturales, que es por lo que ellos apostaron.
–Museo de Ciencias en Asturias... Suena bien.
–Sería algo grandioso, no sé cómo podemos vender Asturias como paraíso natural y no tener un museo de ciencias naturales acorde a nuestra región. Tenemos que irnos a Galicia para encontrar algo similar, que es el Museo Universitario Luis Iglesias de Santiago de Compostela, o tirar al País Vasco donde tienen el Museo de Ciencias Naturales de Álava. Los museos de ciencias naturales, a nivel nacional, somos los patitos feos porque, en relación a los arqueológicos y a los de bellas artes, nuestro patrimonio parece menor. Asturias tiene el potencial de tener una instalación… Fíjate, se hizo tres años después de nosotros el MUJA y es el museo más rentable de Asturias, con más de 200.000 visitantes al año. Tengo la capacidad de diseñar un Museo de Ciencias, espero hacerlo antes de dejar el trabajo, pero estamos hablando de una inversión millonaria. Y, claro, nunca puedes plantear un museo como para recuperar el dinero. La cultura no tiene precio. Los museos deberían de ser todos gratuitos.
–¿No le valdría el Calatrava como museo?
– Lo ideal para un museo es sentarte con el arquitecto y diseñar el espacio en función de lo que va a haber dentro. Lo ideal es que me des un solar, cinco mil metros cuadrados vacíos y vamos a diseñarlo. Que se pueden utilizar edificios que hay por la región, por supuesto. Obviamente, un museo de estas características tendría que estar ubicado en un lugar donde tengas masa crítica, sólo lo veo en las ciudades de Oviedo o Gijón.
–¿Dónde ubicaría un Museo de Ciencias?
–La Laboral, frente al Jardín Botánico, es una maravilla, pero utilizaría sólo un trocito, claro, y eso sin sacarlo de la Universidad.
–De este edificio de Castelao donde está la Facultad de Geología no se mueven.
–Este edificio es el segundo en valor de la Universidad de Oviedo, con las características de protección que tiene, el aulario es intocable, es sagrado, no puedes hacer nada ahí que no sea lo que se está haciendo, por lo que no lo quiere nadie. Tengo la tranquilidad de que esto se queda aquí. En el futuro, no sé si habrá una Facultad de Ciencias en el Cristo, pero lo que tengo claro es que el museo no se puede mover, estamos ubicados en el borde de lo que es el centro de Oviedo, y por eso tenemos muchísimos turistas. Este museo, desubicándolo, metiéndolo dentro de un campus universitario en El Cristo, no tiene sentido.
–Tiene como complemento un jardín.
–El jardín geológico tiene un recorrido marcado con muestras angulares de la cordillera cantábrica y demás, y todavía quiero aumentar. Todos los museos de geología en Europa tienen un jardín botánico. Yo tengo mi pequeño jardín geológico con 17 especies arbóreas y arbustivas diferentes, que nos clasificó nuestro catedrático de la universidad, Tomás Emilio Díaz, y al que quiero darle un poco más de ciencia. Ahora, con el uso de códigos QR, vas a entrar en una infografía que te va a decir más cosas del árbol que el nombre.
–¿Cuándo estará listo?
–Para otoño. Va a seguir siendo el jardín geológico, y va a tener dos formas de verlo: la parte geológica o la parte botánica.
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