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Susana Neira | Rosalía Agudín
Oviedo
Sábado, 18 de marzo 2023, 04:20
Tatiana Coinac era desde hace quince años la propietaria del apartamento de unos cincuenta metros cuadrados de la calle Ámsterdam donde apareció muerta este domingo. Sus vecinos más cercanos cuentan que esta mujer, de 44 años y origen moldavo, nunca quiso llamar la atención: «Era ... muy discretina», «quería pasar desapercibida» y «apenas saludaba». Coincidían con ella poco -«igual la vimos en todos estos años cuatro veces, dos de ellas en el supermercado»- y siempre vestida «de chándal, con ropa floja», rubia, peinada con unas trenzas y «sin pintar ni nada; no era nada explosiva». Poco más sabían; solo que dejaba su coche, de alta gama, en el segundo piso del aparcamiento del edificio y que su madre la había venido a visitar en al menos una ocasión. Ni pareja ni amigas, nunca la vieron acompañada de nadie más. Es más, «es que no sabíamos ni cómo se llamaba».
Fue precisamente su madre quien dio la voz de alarma desde Benicarló, en Castellón, porque había perdido la comunicación con ella hace días. El fin de semana ningún vecino escuchó nada. Solo a su gato maullar en la madrugada del domingo «porque debía tener hambre» y los perros de otro piso cercano ladrar más de lo habitual. Hasta que la Policía Local, sobre las diez menos veinte de la mañana del domingo, timbró a sus vecinos de puerta. Los agentes bajaron al garaje y vieron que su turismo estaba aparcado, por lo que llamaron a la Policía Nacional y los Bomberos. «No tenía la llave echada y por eso abrieron rápido», explica la residente. Y encontraron a Coinac en la bañera, desnuda y con serios indicios de haber sufrido una muerte violenta que el forense corroboraría después, ya que presentaba siete costillas rotas y un golpe mortal en la nuca.
La precintada puerta de la vivienda de Tatiana Coinac mantenía aún ayer los restos de polvo para encontrar huellas. Esta es una de pruebas con las que cuenta el equipo de investigación de la Policía Nacional para intentar aclarar qué ocurrió en las ultimas horas de la mujer asesinada. También, en los móviles. Hasta tres teléfonos aparecieron en el piso, uno personal y dos de trabajo, que los agentes están rastreando. La delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa, lo describió ayer como un «crimen muy escabroso» y dijo que continúa en fase de investigación «con los más altos estándares de calidad» y que esperan detener pronto al autor.
Así, tras hallarla en el baño, comenzó la investigación. La principal hipótesis del grupo multidisciplinar de agentes de la Jefatura Superior de Policía de Asturias y los refuerzos madrileños de Homicidios y Tratamiento de la Escena del Crimen es que el autor puede ser un cliente de la 'escort'. Un hombre que apunta a un perfil «hiperviolento» que se ensañó con la víctima y luego, tras la brutal paliza y la agresión sexual a la que apuntan los análisis, se preocupó de lavar el cadáver para dificultar la labor de los investigadores. Hasta el martes, un grupo de policías analizó palmo a palmo el piso, hasta que dieron por finalizada esta labor. «Solo pasaba la Científica con plásticos en los pies y aquí delante estaba lleno de bolsas y maquinaria; hasta dormía uno aquí para que nadie entrara», explicaron las mismas fuentes. Así sigue, el piso está precintado.
A la espera de encontrar al autor, la muerte destapó cómo se ganaba la vida este vecina «tan discreta», indican los residentes del edificio. «Ese día no oímos nada; es una pena no haberla podido ayudar», lamentan, y esperan que «pillen pronto a quien haya sido».
No escucharon nada raro ni ese día ni en los quince años anteriores. Nunca se imaginaron que en ese piso con una habitación, un baño, una cocina y un salón, la mujer ofrecía sus servicios sexuales entre las diez de la mañana y las once de la noche. La última hora a la que actualizó esos anuncios en la web de contactos que solía utilizar fue el viernes pasado, a las 14.18 horas, según las averiguaciones realizadas por EL COMERCIO.
«Yo el viernes estuve todo el día aquí y no oía nada», asegura otro de los vecinos del inmueble, que en los dos últimos años apenas había visto a Tatiana «dos veces» y nunca sintió «nada raro». «Sigo sin creer que esto fuera un piso de citas, no había ni trajín ni nada», indica otro inquilino.
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