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R. AGUDÍN
OVIEDO.
Miércoles, 6 de abril 2022, 00:54
Su madre trabaja todos los días en la recepción de la residencia de estudiantes femenina María Inmaculada -perteneciente a la congregación Hijas de María Inmaculada y ubicada en el número 5 de la calle San Vicente-. «Le llamaron aquí para comunicarle la noticia, y en todo momento estuvo acompañada de la madre superiora, Alicia Fernández». Con estas palabras, las compañeras de trabajo de Alba Alvarado, madre de Erika Yunga, la niña de 14 años asesinada ayer en Vallobín, explicaron cómo recibió la trágica noticia sobre el crimen. «Estamos en shock, consternadas porque lo ocurrido es un golpe difícil de asimilar», añadieron.
La familia de la víctima es originaria de Ecuador. Hace veinte años se trasladaron a vivir a España. Su madre es recepcionista en la citada residencia y su padre, René Yunga, es «auxiliar de enfermería y trabajó en el hospital de Jove de Gijón». Tuvieron tres hijos, los dos mayores «estudian y trabajan a la vez». «Erika -la pequeña- estaba todavía en el instituto y era la única niña del matrimonio; a veces la veíamos por aquí», contaron las compañeras de trabajo de la madre, que ayer no tenían calificativos para describir lo ocurrido. «No sé cómo van a asimilar este golpe porque es tremendo. La madre superiora está consternada porque tienen mucha relación. Igual tenemos que llamar a los médicos para que la miren». No se encontraba bien. Ayer, a última hora de la tarde, estaba acostada y las visitas, anuladas.
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Desde la comunidad de María Inmaculada, resaltaron la ejemplaridad de la familia, es «encantadora». «Los padres son muy trabajadores y están muy bien situados. Ella antes de trabajar aquí hizo de todo, como fregar suelos y ventanas» para sacar a los suyos adelante. En su actual puesto de recepcionista, arranca su jornada laboral a las «diez de la mañana» y cada día almuerza en la residencia de la calle San Vicente, por lo que ayer cuando Erika tocó el timbre del portal de su vivienda, a la vuelta del instituto, ella no estaba en casa.
La atrocidad del crimen enmudeció a todos en la residencia. «No sabemos qué pasó, solo conocemos que la mataron», resumieron sus compañeras pasadas las siete de la tarde, mientras trataban de continuar a duras penas con su rutina. Una hermana sustituyó a Alba en su puesto. Todo era dolor entre esas paredes.
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