El arzobispo lamenta el «vía crucis» de la familia de Erika por el asesinato de la niña

«Esa guerra doméstica», introdujo monseñor, «en la que asesinos sin alma, depravados inmorales, monstruos que se nutren de sus vicios, degüellan a quien no pueden abusar, como en estos días hemos llorado la entera sociedad ovetense y el mundo entero mirando a la pequeña Erika en su féretro blanco y tratando de abrazar a sus desconsolados padres y hermanos», denunció con firmeza.

El mismo Sanz Montes fue el encargado de oficiar el funeral por la muerte de la menor el jueves pasado en la capilla de las religiosas de María Inmaculada de la calle San Vicente, comunidad a la que está muy unida la familia de la pequeña Erika desde hace años. Una ceremonia en la que, con la misma dureza, ya había señalado que «no nos consuela en absoluto que haya sido un loco, un demente, un depravado, un delincuente» el brutal criminal. También se encargó de apoyar y tratar de consolar a la familia desde el principio, en la capilla ardiente.

Los otros vía crucis

No fue el único «vía crucis», ajeno al de Cristo, que el arzobispo quiso hacer patente durante la celebración de la misa de Ramos ante una 'Sancta Ovetensis' abarrotada de nueva normalidad. «Qué vía crucis, el miedo de la pandemia que nos ha acorralado con su muerte y sus chantajes, cierta farsa de una cierta gestión pública que no busca el bien común ni salir de la crisis económica, sino marear la perdiz para seguir en las poltronas y las moquetas de sus vanidades bien pagadas».

Y el otro, «el de la guerra que invade pueblos –en Ucrania–, destruye ciudades, mina caminos y mata a tantas personas inocentes, que mueren solas o viven en la fuga o el olvido», sentenció el arzobispo.