El pasaje de Álvarez Buylla. PABLO LORENZANA

La antiarquitectura impuesta

«Buena parte de la ciudadanía está asombrada con el artefacto, a modo de rampa, que se ha instalado en el pasaje entre Uría y Pelayo para salvar unas escaleras»

Sábado, 14 de agosto 2021, 00:30

No me dan mis escasos conocimientos para relacionar el título de este comentario con la obra, ya tan conocida, del matemático Nikos Salíngaros, 'Anti-arquitectura y Deconstrucción: El triunfo del nihilismo' publicada por Diseño Editorial en 2014. Lo que voy a exponer es mucho más ... de andar por casa y observar la edificación a vista de profano.

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Admiro y mucho a los arquitectos que han transformado nuestras ciudades y me honro en tener muy buenos profesionales de este ámbito entre mis amistades, Justamente lo tengo que decir cuando aún no me he repuesto de la muerte de Pedro Blanco Álvarez, personalidad ejemplar desde tantos ángulos.

Oviedo he tenido, desde sus orígenes, grandes maestros de la arquitectura y bien puede decirse que lo que se levantó en la capital asturiana en la segunda mitad del XIX, coincidiendo más o menos con la legislación de Ensanche y los mejores influjos modernistas, es para nota. Por desgracia, todos lo sabemos, la Revolución del 34 y la Guerra Civil ocasionaros graves destrozos no sólo en el patrimonio inmobiliario sino en todo el espectro cultural. Y luego llegó, prácticamente hasta nuestros días, un desarrollismo destructor y chabacano a modo de renovación urbana -llámese más volumetría- que oscureció las muy notables aportaciones de grandes arquitectos del siglo XX, algunos asturianos de pura cepa.

«Me duele la espantosa reconstrucción del Ayuntamiento o la demolición de palacetes»

A mí me duelen, lo he dicho más veces, desde la espantosa reconstrucción del Ayuntamiento, pasando por la demolición de palacetes y chalets emblemáticos o destrozando el mejor paño de Uría, hasta la cercana reedificación en Campomanes, 23; no por el nuevo edificio, en este caso, sino por la historia que se derruyó, posiblemente en lo que la normativa europea llama 'conflicto de intereses'.

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Otro caso, entre tantos, fue el desafortunado 'remiendo' con el que quiso mantenerse el Pasaje entre Uría y Pelayo. Las fotos antiguas muestran el ingenio del gran Juan Miguel de la Guardia, en una galería que no era la Vittorio Emanuele de Milán, ni la Umberto de Nápoles, pero que derrochaba imaginación y elegancia; tanto urbanística como comercial. Bien, cito este ejemplo porque buena parte de la ciudadanía (el que quiera ver ideología aquí está enfermo), está asombrada con el artefacto que, a modo de rampa, se ha instalado en dicho pasadizo para salvar unas escaleras, en aplicación de la normativa supresora de barreras arquitectónicas que, por profesión, también me toca conocer. Particularmente -y en las redes hay cientos de comentarios- no entiendo tal solución mastodóntica y antiestética, cuando, aunque haya residencias geriátricas en su interior, el Pasaje tiene dos entradas a nivel de rasante de las dos calles y, de ser necesario salvar algún escalón, menos impactaría un pequeño elevador o unos escalones mecánicos, aunque ello conlleve mantenimiento, que es el gran pecado omisivo de muchos políticos.

Es, pues, antiarquitectura impuesta por la ley, aunque el margen de maniobra técnico creo que es grande. En los últimos años, por mor de la necesaria accesibilidad, hemos visto otras obras no muy gratas visualmente. En la basílica de San Juan el Real, creación espléndida de Luis Bellido, también se instaló una rampa, en este caso curva y con protección lateral (como en el Pasaje), que afea enormemente una iglesia a la que, familiar y personalmente, me siento unido. Sé que se buscaron, sin éxito, otras soluciones menos agresivas. Realmente, no sé si las había, por lo que no puedo juzgar. Y, salvando las diferencias, abismales, en otra parroquia, la de los Carmelitas, en Santa Susana, también se salvaron las escaleras interiores -magníficas- destruyendo su unidad con otra solución, a buen seguro necesaria, para feligreses y funerarias, pero que rechina visualmente.

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El debate, al margen de que todo merece ser repensado, es el mismo que el del tráfico en los cascos antiguos, que no se concibieron para automóviles, de la misma manera que, en el siglo XX, las calles eran para los coches, con lo que la bicicleta lo sigue teniendo difícil para generalizarse.

Cada momento de la historia tiene sus condicionantes. Es el caso, no sólo ornamental, de la generalización de escaleras. Ahora, por mor de otros valores superiores a los artísticos, toca la antiarquitectura. Hasta que se invente algo mejor y menos hiriente, que no lo descarto en absoluto.

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