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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 31 de julio 2022, 00:33
Su profesión tiene mucho que ver con la tarea que hacen las abejas. Ellas «hacen miel para que otros la coman»; mientras que la labor diaria de la directora del Archivo Histórico de Asturias es «trabajar para los demás». Ayudarles cuando un ciudadano busca documentación ... sobre asuntos personales como los papeles de «un pleito, un trabajo o un testamento» o cuando están realizando «una investigación bien por afición o durante un Trabajo de Final de Grado o una tesis». Es por ello que sus profesores de Universidad ahora recurren a Concepción Paredes, más conocida como Conchita, para sus artículos o pesquisas. Ella, junto a sus compañeros, custodian 300.000 cajas de documentación clasificada.
Nacida en Gijón, es hija de Conchita y Rodolfo. Se crió en una familia de «clase media» y su infancia fue «muy feliz». Fue al colegio de las Ursulinas donde hizo grandes amigos con sus compañeros, las profesores y las monjas. «Era una escuela de niñas y con 17 años comencé Geografía e Historia en la Universidad de Oviedo». La decisión la tomó gracias a la influencia de sus docentes al tener dudas entre esta carrera y Lengua Española. «Soy una persona muy lectora, inquieta y con ganas de saber y aprender».
En la facultad vivió unos «años preciosos» durante la década de los ochenta y con la Transición recién inaugurada. «Había mucha movilización política y también hice grandes amistades. Ahora soy yo la que orienta a los que fueron mis profesores», según explica desde su despacho en la primera planta del Archivo. Desde allí tiene unas vistas envidiables de la ciudad y las fotos que le hicieron para la muestra 'Ciencuenter'.
Cuando acabó la carrera se puso a opositar. Primero lo intentó como bibliotecaria de la Universidad de Oviedo, pero solo tuvo tres meses de estudio y «no las saqué». «Fue un disgusto para mí, aunque ahora lo agradezco mucho». Preparó los exámenes para archivos, bibliotecas y museos entrando como interina en el Archivo Histórico Provincial que de aquella estaba en la calle del Águila. «Allí me formé como archivera. Doña Blanca Álvarez, que era la directora, fue la mejor maestra y con ella aprendí muchísimo, tenía una calidad humana impresionante». Dejó esta institución para asumir el archivo del Ayuntamiento de Llanes hasta que aprobó unas oposiciones y pasó al Archivo General del Principado de Asturias.
Corría la década de los noventa y con esta entidad vivió una de las mudanzas que le han tocado. «La sede estaba en el palacio de la Junta General del Principado y luego pasamos al Easmu». A finales de los noventa volvió a la Consejería de Cultura como «jefa de la sección de archivos» y tras la aprobación de los exámenes como técnico superior fue nombrada directora. Una tarea que lleva desempeñando veinte años y donde ha vivido el proceso de «adquisición de la antigua cárcel, el proyecto, organización del equipamiento y cambio».
Todo ello compaginado con su labor como madre con su hijo Mateo de 16 años y con el que compartirá estos días una de sus aficiones favoritas: viajar. También le apasiona el cine y la literatura.
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