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Hay profesores que dejan tal huella en sus alumnos que siempre están presentes en sus vidas. En la de Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes, los primeros que le marcaron fueron los hermanos Guerrero, docentes en el colegio La Inmaculada de Gijón: le ... inculcaron su pasión por la historia del arte. En tiempos de facultad, Javier Barón, Vidal de La Madrid y Yayoi Kawamura le guiaron, hasta que él mismo se puso al otro lado de la mesa para mostrar su pasión a sus alumnos. La docencia le llenó y acaparó hasta que hace diez años y medio dio uno de los pasos más importantes de su carrera profesional al presentarse al concurso para dirigir nada menos que el Bellas Artes.
Fue el ganador entre seis candidatos. Tomó posesión el mismo mes y año, junio de 2013, en que nació su hijo mayor, Javier. Su pequeña Sofía vino al mundo en 2017, año en el que se cerró la donación de Plácido Arango al museo. Coincidencias importantes para él y Carmen, su mujer.
Palacio (Gijón, 1975) cuenta que su familia no tenía vínculos con el mundo del arte. En el colegio aprendió la ética del trabajo y del esfuerzo que tanto él como su hermano, Javier, veinte meses mayor, aplican cada día. Muestra de ello es que llega al Museo de Bellas Artes a primera hora de la mañana y no se va hasta las ocho de la tarde. Un gijonés en medio del Oviedo Antiguo.
En su despacho, en la segunda planta, tiene una mesa con libros. Muchos. Entre ellos, ejemplares dedicados a uno de sus referentes, Luis Fernández, al que investigó durante su tesis, leída en 2004. Esto le hizo viajar a París, donde adquirió un grado de madurez y crecimiento personal. Tanto la viuda como los hijastros de Fernández le ayudaron. Después, volvió a Francia con una beca postdoctoral en el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou: «Brigitte Leal fue mi jefa», cuenta de forma apasionada.
Entre tanto arte, a Palacio le cuesta responder cuál es su cuadro favorito. Se toma unos segundos para pensar la respuesta: «Cualquier obra de Agnes Martín», responde convencido. Eso sí, advierte que lo es desde el último año: «Sus obras me llevan a cualquier otra dimensión». Tanto le apasiona su «delicadeza y elegancia» que su foto de perfil Whatsapp es una imagen de esta pintora. Arte hasta en el mínimo detalle.
Aunque echa de menos el contacto que tenía con sus alumnos en el campus de El Milán, no cambia por nada la dirección del Bellas Artes. «Elegir entre Universidad o museo es un poco como si prefieres a mamá o papá. El museo es mi proyecto y me siento feliz», añade para a renglón seguido sacar pecho de los números que cada año consiguen: «En 2013 hubo 43.000 visitantes, este año lo cerraremos con 130.000». Ahora, entre los futuros retos están las obras de ampliación, experiencia ya tiene.
Fuera del mundo de las humanidades y del arte, Palacio es un gran aficionado al mundo de los deportes. Le encanta el fútbol y el baloncesto. Su pasión es la NBA y no se pierde ninguna gran competición como los Juegos Olímpicos o las Eurocopas. ¿De qué equipo es?: «De los Milwaukee Bucks». Aquí no se toma segundos para pensar.
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