«Legaspi era el alma de las misiones»

La iglesia de San Tirso el Real se llenó ayer durante el funeral por Luis Legaspi, el carismático sacerdote castropolense que dirigió las misiones de la diócesis de Oviedo durante cuarenta y seis años. La misa, concelebrada, estuvo presidida por el arzobispo, Jesús Sanz Montes.

Todos recordaron ayer su entrega a la Iglesia: «En Burundi empezamos Luis y yo, en 1970. Nos organizó todo para allá y después nació la misión en Guatemala, Ecuador, luego en Benin. Él fue el alma de todo, un trabajador incasable», recordó Fernando Fueyo, capellán del Sporting.

A Guatemala fue José María Orviz, párroco de Leces (Ribadesella): «Él lo impulsó, logramos abrir tres misiones y nos visitó con don Gabino (Díaz Merchán) hasta que nos echó la represión de la dictadura. Hicimos escuelas. Era un hombre cordialísimo, tengo una gran pena».

En la homilía, Sanz Montes destacó «el compromiso y trabajo» de Legaspi, «un cura bueno» que estuvo «al lado de quienes no tenían esa luz en la mirada de la que él fue testigo». Recordó que, durante sus siete años al frente de la iglesia asturiana, pudo disfrutar de su «amenísima conversación» y del «baúl de los recuerdos» que el castropolense le enviaba por correo electrónico.

Además de decenas de sacerdores, entre los asistentes también había rostros conocidos de la sociedad ovetense, como la galerista Guillermina Caicoya, el presidente de la Sociedad Filarmónica, Jaime Álvarez-Buylla, y el exalcalde Antonio Masip, amigo suyo. «Una persona entrañable y sabia, me habló de la biblioteca de Castropol y la guerra civil. Era siempre el primer votante en la plaza Porlier», recordó.

Tras la ceremonia, el cuerpo sin vida de Legaspi fue incinerado. Hoy, en la iglesia de Santiago Apóstol de Castropol, se celebrará a las 12. 30 horas un nuevo funeral. El sacerdote recibirá sepultura en el cementerio de la parroquia.

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