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Idoya Rey
Viernes, 13 de enero 2017, 01:51
No era la primera vez que Jorge P. V. pisaba un juzgado ni asistía a un juicio. Letrado de profesión, el asesino confeso de su pareja Isabel Márquez declaró en la primera sesión de su juicio con la soltura de los términos jurídicos aprendidos en sus años de ejercicio. El hombre, de 52 años, con semblante tranquilo durante toda la jornada, anunció que solo respondería a las preguntas de su abogada. Y eso fue lo que hizo en la Sala Segunda de la Audiencia Provincial ante el tribunal popular encargado de dirimir su grado de culpabilidad. Ante ellos se presentó como un hombre con problemas mentales y de alcoholismo. Ante ellos reconoció también haber matado a su pareja: «Reconozco haberle dado muerte», dijo.
En ese testimonio que duró unos pocos minutos, el procesado no entró en detalle sobre los motivos que aquel 5 de noviembre de 2015 le llevaron a matar a Isabel Márquez. Se limitó a describir su relación huyendo de cualquier caso de violencia machista. «Nuestra relación de pareja era normal. Era una relación de dos personas enamoradas. Isabel nunca me dijo que quería dejar la relación», garantizó. Asimismo se describió como adicto al alcohol y a ella, a su víctima, la trazó como una mujer que hablaba todas las semanas con su hijo, muy casera, «tenía que arrastrar para salir a la calle»; como una mujer «sin muchos amigos y con problemas de ansiedad por los que recibió la incapacitación». Afirmaciones que dejaban entrever la línea de defensa. Porque las acusaciones le presentaron como todo lo contrario: como un manipulador que había arruinado a la mujer tras apartarla de su círculo de amigos y familia.
Aunque el acusado no reveló ese móvil del crimen, su abogada defensora, María López-Castro, sí adelantó en su escrito de defensa que el hombre, que, dijo, sufre un trastorno mixto de la personalidad, «tras haber ingerido gran cantidad de alcohol, sintió un impuso irrefrenable de acabar con la vida de su pareja». Lo hizo, relata ese escrito provisional de defensa, «con golpes certeros, evitando sufrimiento, y porque sabía que la mujer no iba a poder superar la situación económica» que tenían.
La letrada también resaltó el trastorno doble de personalidad que, según afirma, tiene diagnosticado su defendido y la confesión que realizó al entregarse a las pocas horas de que se descubriera el crimen en la comisaría de la Policía Nacional de Gijón. «Fui a comisaría y les dije que había matado a Isabel, pero los agentes no sabían de lo que les hablaba», declaró el procesado. Confesión, alcoholismo y ausencia de un crimen de género son los tres pilares de la línea de defensa que la abogada preludió ayer.
Un crimen por la espalda
Bien distintas fueron las versiones iniciales de las cuatro acusaciones personadas en la causa que se juzga en la Sección Segunda, presidida por Covadonga Vázquez. Tanto el Ministerio Fiscal, como la acusación particular que representa a la familia de la víctima, el abogado del Estado y la acusación popular de Abogadas para la Igualdad sostienen que el acusado la «asesinó por la espalda». Es sus escritos iniciales, fiscal y letrados relataron como la pareja inició una relación en 2011, un noviazgo en el que la víctima vivía «engañada».
Ella, de buena fe y dada la situación de dependencia afectiva en la que se encontraba, resaltan las acusaciones, sufragaba todos los gastos de la convivencia. Mientras, el procesado trataba de aparentar una situación económica desahogada, algo que «ya había hecho con otras parejas». Llegaba incluso a entrar en inmobiliarias interesándose por propiedades y cerrando supuestas compras. Eso era lo que aparentaba, según la versión de las acusaciones, pero en realidad lo que ocurría era que el dinero de la cuenta de la víctima se esfumaba. Apartada y aislada de su familia, no sospechaba que aquel corte de luz que sufrió una vez en su casa fue por un recibo devuelto y no por una avería como el procesado, supuestamente, le hizo creer.
La cuenta de la mujer se quedó en números rojos, tuvo que pedir nuevos préstamos y vender las acciones en las que tenía invertidos los ahorros de toda su vida. Ante esas dificultades, describen las acusaciones, Isabel Márquez comenzó a desconfiar. El procesado le decía que eran problemas con el banco, pero ella quiso ir a hablar con el director de su sucursal. Quiso hacerlo el mismo día de su muerte. «El acusado le dijo que el director no estaba y ante la insistencia de la mujer y al ver que iba a ser descubierto, que iba a descubrir que la había arruinado, la mató». Lo hizo además con una treta y por la espalda, golpeándola hasta cinco veces con una barra metálica.
El día del crimen el acusado le pidió que fuera a un dormitorio para ver una supuesta fuga de agua. «Él mismo había tirado el agua en la pared. Cuando la mujer se agachó, sin posibilidad alguna de defenderse, la golpeó por la espalda hasta matarla. Lo tenía planeado», insistieron fiscal y letrados. Luego, dejó el cuerpo tendido en la vivienda durante varios días, «días en que intentó articular una historia para evitar el castigo». Llegó a dormir una noche junto al cuerpo y dejó varias cartas reconociendo el crimen y anunciando su suicidio hasta que se entregó en la comisaría. «Se entregó porque sabía que estaban tras él», subrayaron las acusaciones.
El juicio donde se expondrán las pruebas de todas las partes proseguirá el lunes.
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