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Idoya Rey
Lunes, 4 de abril 2016, 11:44
Caminar una mañana cualquiera por el mercado de El Fontán es como hacerlo por uno de los mercados de cualquier aldea asturiana. La gente se saluda por el nombre, los comerciantes conocen las preferencias de los usuarios y les preguntan por esas vacaciones o por sus nuevos nietos. Es como «estar en casa», coinciden clientes y dependientes. Ellos son la familia de El Fontán, una con antepasados muy arraigados en la ciudad.
Para Azucena Suárez esos pasillos y mostradores fueron prácticamente su lugar de juegos. «Estaba ya aquí dentro de la barriga de mi madre y luego comía cada día en el mercado. En cuanto salía del colegio de Las Dominicas venía para aquí», cuenta una de las comerciantes más antiguas del mercado de abastos. Ella es la cuarta generación en uno de los comercios de El Fontán, la Carnicería Azucena. Comenzó su bisabuela ofreciendo pan en los puestos exteriores de la plaza y luego su abuela cambió el negocio a la carnicería. «Mi madre tomó las riendas del puesto y hace 21 años, cuando la plaza se remodeló, yo me hice cargo del negocio. Me gusta el trato con la gente. Es lo más importante», relata. Es como un pequeño Oviedo en el que se unieron todos los mercados de la ciudad.
Una página web y perfiles en las redes sociales con más de 6.000 seguidores son algunos de los nuevos canales de comunicación que usa la gerencia del mercado de El Fontán para intentar atraer nuevo público, sobre todo a gente joven como la que está apostando por instalar negocios en el mercado de abastos.
Porque antaño, los productos estaban desperdigados por diferentes plazas y también en el mercado del pescado, en Trascorrales, y el de El Progreso, ubicado en el solar donde ahora se erige el edificio de La Jirafa, una construcción que fue derribada a comienzos de los años 50 del pasado siglo.
De hecho, la propia plaza de El Fontán nació por esos mercados dispersos que obligaban a los comerciantes a trabajar a la intemperie. Con ese pretexto, en 1702 se creó el recinto, un rectángulo con 36 tiendas o casas bajas y soportales exteriores e interiores. Aunque no sirvió para dar una solución definitiva y la ciudad pronto apostó por tiempos más modernos, por la construcción de mercados cubiertos.
El de El Fontán, el que ahora es mercado de mercados, recibió el nombre 19 de octubre, como aún a día de hoy recuerdan sus residentes. El edificio fue diseñado en 1882 e inaugurado tres años más tarde en el solar que antes había ocupado el colegio San Matías y se convirtió en uno de los mejores ejemplos de los mercados de la arquitectura del hierro construidos en Asturias.
La edificación se modificó en 1973, aunque la gran reforma se realizó en diciembre de 1994, cuando los negocios que allí se ubicaban se fundieron con los de Trascorrales. «En su día en los puestos llegó a haber una peluquería y una tienda de ropa», cuenta la gerente en funciones, Carmen Quirós. En total, el mercado cubierto suma 45 puestos, de los que solo uno está sin actividad, en proceso de traspaso. Son 4.400 metros cuadrados y la gestión del mercado incluye desde 2006 los 79 puestos exteriores que se colocan a diario en el mercado. El rastro de domingo de venta ambulante asciende a 213 puestos.
Más gente joven
«Yo vengo todos los días por aquí. Unos compro pollo y otros pescados. Venir a comprar y luego tomarse un vino es tradición», asegura José Herrero, uno de los clientes habituales del mercado. Él sigue ese ritual prácticamente a diario como muchos otros compradores, aunque la intención de la gerente es atraer a gente joven. «Es lo que pretendemos y organizamos diferentes actividades para ellos, también porque muchos de los nuevos comerciantes son gente muy joven que traen aires nuevos al mercado».
El último en llegar es Alejandro Álvarez, que hace apenas un par de semanas inauguró La Cuchara del Fontán, una tienda que quiere unir tradición y modernidad y que aspira a ser 100% ecológica con la venta de productos a granel. En realidad Álvarez lleva ya un año en el mercado de abastos, el lugar que eligió para emprender su primer negocio, que luego cambió por este otro. Le pareció que era una ubicación idónea y más ahora que ha apostado por remodelarse para volver a la tradición, para regresar a la cuchara.
Para que los rostros más jóvenes se coloquen también al otro lado del mostrador, el mercado de El Fontán organiza conciertos y ya están ideando actividades de show cooking, cada vez con más demanda. Hacen todo lo que se les pasa por la cabeza para que la familia de la plaza siga creciendo. A quienes sí tienen de su lado es a los turistas. «Desde hace unos años se nota que Oviedo recibe muchos más visitantes. Es normal ver excursiones visitando el mercado de abastos. Vienen y siempre suelen llevarse algún producto de la tierra y con la calidad que garantiza El Fontán», comentan sus residentes.
Enedina, Arbesú, Paco, Casa Floro, Quesos Paulino, y muchos otros, llevan años en el mercado de El Fontán, negocios que han pasado de generación en generación y que siguen peleando por ese mercado, en una zona donde los comerciantes de la ciudad se colocaron desde 1523, por una concesión privilegiada de Carlos V para que Oviedo superase varios pesares que había sufrido en aquella época, entre ellos el incendio que arrasó la ciudad en la Navidad de 1521.
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