Agustín de Luis entrando en el Palacio de Justicia, para la segunda sesión del juicio.

Varios testigos señalan a De Luis como el único responsable de archivar el atestado

El excomisario de la Policía Local reitera en la Audiencia que «ha dicho la verdad» y que nunca «utilizó su placa para vengarse de nadie»

Carolina García

Miércoles, 11 de noviembre 2015, 01:05

Sin perder detalle de la declaración de los testigos ayer, el exjefe de la Policía Local Agustín De Luis volvió a ocupar su asiento en el estrado. Repitió estrategia e igual que hizo el lunes se colocó la toga para poder sentarse al lado de su abogado y evitar hacerlo en el banquillo de acusados. Llegó con tiempo a la Audiencia, casi veinte minutos antes de las diez de la mañana y coincidió en el pasillo con los agentes, el exconcejal de Seguridad Ciudadana, Gerardo Antuña, dos representantes sindicales y J. M. Tamargo, el acusado de atropellar a un joven y al que se refiere el atestado. Todos ellos (son 10) estaban citados para declarar en la causa.

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Tras más de dos horas y media en las que los agentes ratificaron los «errores» del atestado y volvieron a señalar al exjefe como «único responsable de su archivo», De Luis aprovechó la última palabra para «ratificarse» en su declaración y repetir el compromiso de Gerardo Herrero: «He dicho la verdad. Me dijo que no me preocupara, que lo iba a archivar. Nunca he utilizado la placa de policía para vengarme de nadie. Durante tres años he tenido que soportar juicios paralelos». El exjefe de la Policía Local aseguró que no fue él, «sino su compañero Secades quien sugirió hacer una diligencia de prevención». Nada que ver con lo que declaró su subordinado que por aquel entonces era Jefe de Unidad. Según la versión de Secades, «al volver de vacaciones De Luis me informó de un atestado lleno de errores y dijo que no se enviara al juzgado. Fue el jefe, yo no. Me comentó que la causa de archivarlo eran las irregularidades». En los defectos coincidieron los agentes. De hecho, esa fue la causa por la que la Corporación municipal (entonces con Agustín Iglesias Caunedo al frente) decidió abrir un informe interno e indagar cómo se habían hecho las cosas. La secretaria del expediente y el entonces responsable de Seguridad Ciudadana, Gerardo Antuña, ratificaron esas irregularidades. «Era un todo un infortunio. No le faltaba razón a De Luis al decir que había errores ante semejante desaguisado», matizó la secretaria.

Tras ella y el exconcejal popular, le tocó declarar a Tamargo quien, como el acusado, dijo «no conocerle de nada» y mantuvo, en contra de lo que aseguran policías locales y la víctima del atropello, que ese día «no bebí nada».

El juicio ha quedado visto para sentencia. En las conclusiones, el Ministerio Fiscal y la acusación particular mantienen sus peticiones (la acusación añadió que «alguien que dice admitir ese tipo de favores -en relación a la conversación con Herrero-, es difícil pensar que no los haga). La defensa se escuda en la nulidad del atestado por las irregularidades para solicitar la absolución.

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