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Beatriz Suárez y José María Suárez en su casa de Melquíades Álvarez.
«Entrar aquí es como hacerlo a     un museo»

«Entrar aquí es como hacerlo a un museo»

La familia de Veneranda continúa con el negocio abierto en 1927

PPLL

Lunes, 12 de enero 2015, 00:46

Veneranda Fernández se trasladó con su marido desde Las Regueras a la capital y decidió abrir un negocio. Vendía productos de la huerta, vino a granel y los platos tradicionales que ella cocinaba en un establecimiento ubicado en Palacio Valdés, en un edificio derribado durante la guerra civil. En 1943 la familia se trasladó a la calle Melquíades Álvarez. El hijo de Veneranda, José María Suárez, que por entonces tenía 27 años, asumió las riendas del local manteniendo, por supuesto, el nombre de su madre. «Mi abuelo la veneraba, fue uno de los pilares de su vida», recuerda Beatriz Suárez, bisnieta de la fundadora y actual responsable de la tienda junto a su hermano José María y su madre, Natividad Fernández, nuera del hijo de Veneranda. Un pequeño lío de nombres y parentescos propio de cualquier empresa familiar, y esta no iba a ser menos.

ALGUNOS DATOS

  • Historia

  • En 1927 abrió Veneranda Fernández una tienda en la que vendía productos de la huerta y platos cocinados en Palacio Valdés. Su hijo se encargó del negocio cuando se trasladó en 1943 a Melquíades Álvarez. Los bisnietos de Veneranda son ahora los responsables de este establecimiento, uno de los más antiguos que sobreviven en la ciudad.

Ellos conservan la misma idea de negocio que abrió Veneranda y continuó su hijo José María, «adaptada a los tiempos». Él trabajó con su madre y, por tanto, conocía el funcionamiento del establecimiento, pero «siempre lo fue modernizando». Hay varias fotos suyas allí, además de un gran escritorio de madera en la primera planta del local. Es el que tenía en su casa. Su familia lo llevó a la calle Melquíades Álvarez «porque representa una parte muy importante de él, que siempre fue nuestro guía para seguir aquí», agradece su nieta.

Esta nueva generación se encarga de la tienda desde 1999, cuando falleció su abuelo. También continuó con el proyecto de rehabilitación del edificio y de la tienda que había comenzado este hombre que trajo de Suiza en 1975 la primera máquina de envasar al vacío e «inventó» los paquetes con los productos preparados para elaborar fabada, que siguen vendiendo «mucho». Y a quien Camilo José Cela envió una carta desde Guadalajara pidiendo una docena de latas de caviar de oricios. Al propietario de una tienda por la que han pasado buena parte de los ovetenses. Por la actual y por la de Ventura Rodríguez, donde se mudó durante un año y medio, el tiempo que se prolongaron las obras. Los trabajos sirvieron para recuperar la estética que tenía la fachada cuando Veneranda y su hijo se instalaron en Melquíades Álvarez.

Una fotografía que guardaban la usaron también entonces para realizar una tienda en miniatura que puede verse en el escaparate. Es una «reproducción exacta» con todo lo que allí había: su mostrador, sus botellas en las estanterías, su frigorífico, su suelo, sus chorizos y jamones colgados o su mantelito de cuadros azul y blanco. Uno igual muestra los mismos productos hoy en el escaparate de Casa Veneranda, donde sus descendientes han querido conservar su esencia. Algo que reconocen sus clientes y los turistas que visitan el establecimiento. «Es como entrar a un museo», piensa Beatriz. Quizá no solo acuden atraídos por ser uno de los comercios más antiguos de la ciudad sino por la calidad de lo que venden: muchas conservas de productos asturianos, embutidos y quesos, además de vinos y licores. Es la premisa de sus responsables, como lo fue ya para Veneranda y para su hijo.

Todo lo cuenta una mujer que reivindica la importancia de las féminas de su familia y piensa que es probable que haya una nueva generación que se encargue del establecimiento en el futuro. Desde luego, tanto ella como su hermano tienen hijas, así que si quisieran la continuidad de Casa Veneranda estaría asegurada. Mujeres que custodiarían el nombre de otra mujer.

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