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Carolina García
Miércoles, 14 de mayo 2014, 18:23
Como el que estrena casa, ayer, en la Escuela de Hostelería de Olloniego, alumnos, profesores y personal administrativo no acababan de creerse que por fin pisaban las instalaciones de las que tanto se ha hablado en los últimos cinco años. A las ocho de la mañana abrían las puertas del edificio de tres plantas (dos más el bajo) edificado en un espacio cedido por el Ayuntamiento a la Cámara de Comercio y que debería estar funcionando desde 2008. Ayer tocaba desembalar, colocar, recolocar, tocar, comprobar, mirar y admirar. Sobre todo eso, admirar, porque si en algo coinciden es que «hemos pasado de un 600 a un Mercedes».
Para hacerse una idea de lo que tenían y donde se mueven ahora, los estudiantes tocan a dos fogones por cabeza (en 'El pavo real' del Campo San Francisco compartían uno por pareja), apenas podían moverse por falta de espacio y han dado un giro de modernidad. El material, las cocinas, los hornos y las planchas de cromo son de última generación y están al día en normativa. En la antigua sede, cuentan, «había quedado todo obsoleto» y era complicado organizar el día a día. «Hemos hecho verdaderos milagros», explicaba Paulino Lorences, presidente de la Fundación de la Escuela de Hostelería. Lo saben bien los 15 alumnos que acaban de mudarse en mitad de curso tras tres meses en el parque. En su primer día de escuela no pasaban ni un detalle. Y les bastó un vistazo rápido para coincidir en que en Olloniego van a disfrutar de muchísimo más espacio y a trabajar con materiales modernos e innovadores con los que podrán llegar más lejos en su formación.
Daniel Gómez y José Luis Díaz pertenecen al mismo grupo de trabajo. Forman equipo en las prácticas y cuentan que ahora están «en otro mundo». Cada uno llegó a la escuela con un motivo y un ánimo distinto. Daniel Gómez, como María López (de 24 y 23 años) tiene muy claro que la cocina le apasiona. También a Lucia Arteaga que, a sus 30 años, ha cambiado su formación como audioprotesista por la hostelería. «Siempre me gustó y como me quedé en paro en noviembre decidí apuntarme a un curso del Inem». La misma motivación de José Luis Díaz, que a sus 37 años y tras varios años en la albañilería, con la crisis llegó el paro y con la nueva situación, la necesidad de reinventarse. Los cuatro están convencidos de que cuando acaben van a encontrar empleo. De hecho no son los únicos que le ven futuro. La Escuela de Hostelería recibió más de 500 solicitudes para el curso. La semana que viene comienzan ya con las entrevistas para elegir los próximos alumnos de catering y cocina.
De momento en el Campo San Francisco (del que aún se desconoce cuál será su uso) se está llevando a cabo la formación de camarera de pisos y Lorences calcula que para principios de junio devolverán las llaves al Ayuntamiento y convocarán la inauguración oficial en Olloniego. Aún no tiene muy claro cómo va a ser, pero sí puede contar con todo detalle sus planes. Su idea es continuar con la formación subvencionada por el Servicio Público de Empleo, una apuesta personal con la que pretende recuperar la formación concertada con el Principado; proseguir con los cursos privados de camareros de pisos y de cocina abiertos al público en general; y solicitar al Gobierno regional la implantación del ciclo superior que se limite a hostelería e incluya una formación más específica a nivel de servicios.
Con esa inquietud de abrir la escuela a todo el sector, el presidente apuesta por la innovación conjugando el sector hostelero con los empresarios, la agroalimentación y la distribución de los productos convirtiéndola en un lugar de encuentro. Serán los lunes cuando reserven espacio para conferencias, catas y presentaciones. Su idea es ceder las aulas a la demostración de artesanos «que quieran innovar y carezcan de espacio» y abrir las instalaciones a los productores, empresarios y crear un espacio «para innovar» echando mano de las nuevas tecnologías.
La sede cuenta, entre otras instalaciones, con cinco cocinas, oficinas, aulas, biblioteca, salón de actos, sala de catas, duchas, vestuarios y una cafetería con capacidad para 250 personas. Una de las niñas bonitas de la escuela es una cocina digital, «una sartén basculante adaptada para industria alimenticia totalmente informatizada con entrada para un usb, pantalla digital y que permite cocinar al mismo tiempo para 250 personas». En la nueva escuela se han invertido 3 millones de euros y 1,5 para equipamiento.
Tras la primera toma de contacto de ayer, hoy tocar estrenar cocina. Ponerse el gorro, la chaqueta y demostrar sobre el fogón todo lo que han aprendido. Espacio no les falta. Material tampoco. Y muchos llevan con ganas un lustro.
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