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Es el lugar donde se encuentra Asturias. Una zona de confort en que la actividad autonómica pretende ser únicamente de gestión: cobros y pagos del aparato administrativo. Eso, claro, junto con protestar al Estado y compadecernos de lo maltratados que estamos. O sea, ver como ... los agravios comparativos se suceden -ejemplo, el peaje del Huerna- y no hacer nada para incrementar nuestro nivel de autogobierno. Tal parece, digo, que ese es el discurso predominante ahora que se quiere iniciar una reforma del Estatuto. Una norma que va a cumplir 40 años y está amortizada en ciertos aspectos. Sin embargo, solo se menciona al bable. Ya saben, fuente de todos los males habidos y por haber. Su presunta cooficialidad acapara el debate político hasta presentar esta reforma como una especie de involución, mientras que se ningunea el resto de las posibilidades que ofrece. Dicho de otra manera: renovar nuestro Estatuto autonómico no es ninguna amenaza, sino una fuente de oportunidades. Lo contrario, seguir como siempre, es abocarnos a esa muerte dulce que cada día vivimos.

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elcomercio La zona de confort