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Olena Kosenko es emigrante y patriota ucraniana. Hace veinte años llegó a Asturias. Dejaba atrás un paisaje muy parecido, en Chernivtsí, región de los Cárpatos fronteriza con Rumania. También dos hijos de tres años al cuidado de los abuelos. Acabada de divorciarse y llegó a ... Asturias por casualidad. Hubiera querido estar más cerca de ellos, pero una amiga de la universidad estaba aquí y la convenció de la calidez humana de España. No se arrepiente, aunque en los primeros años no lo pasó bien. Pero allí era peor. Su periplo lo cuenta en un libro que va a publicar en español con el título de 'Sloti, dólar, euro. Historia de una zarobitchanka que no quería llorar'. La palabra ucraniana nombra a las mujeres que salen a trabajar solas afuera. Allí su sueldo de profesora de niños no daba para nada y lo comía la hiperinflación -«Si un vestido a la mañana costaba 100 rublos, a la tarde 200, y al día siguiente 400. De cobrar 150 rublos pasé a tres millones. Te los daban en paquetes y pagabas con ellos, no los deshacías»-. Como muchos ucranianos se sentía de segunda categoría, el estado era soviético y estaba colonizado por rusos, que veían a los ucranianos como seres que hablaban un dialecto de incultos. No había respeto. Ni para muchos pasaporte. Aquí, aún sin papeles, lo encontró en una pareja de policías, chicos amables que la ayudaron cuando fue maltratada por un «faltusu». -«Estaba dispuesta a adaptarme a cualquier precio, apretar los dientes y luchar por mis hijos y por mí»-. Pero la ayuda y la cortesía de aquellos policías le hizo ver que no estaba sola.
Desde aquí vio el cambio de su país en dos décadas. Fue un complicado proceso de liberación del abrazo mortal con el que el oso ruso aprisiona a Ucrania, que anhela lanzarse en brazos de Europa. Allí el poder rota entre familias poderosas, como la del anterior presidente Porosenko, quien lleva veinticinco años con un pie en la Administración y otro en los negocios -«combaya con los rusos, les dejó el Dombás desguarnecido para que entrasen sin pegar un tiro»-. Ahora lo tomarán después de arrasar el país. Que eligió a Zelensky porque estaba harto de la traición, de la división y de la tensión, que, viniendo de fuera, hoy lo está uniendo. -«Zelensky fue un personaje controvertido en sus comienzos, pero ahora se está afirmando como un patriota que lucha por liberar a su país»-. Apareció como un muchacho espabilado protegido por el oligarca ucraniano-israelí Kolomoiski, enemigo de la familia Porosenko. -«Pero él se labró su posición»-. De joven era un líder de concursos estudiantiles y con su equipo hizo una productora televisiva de éxito y controversias. Ahora se ha superado y está ante su papel más difícil y peligroso. En el camino ha tenido que dejar de lado a sus jóvenes compañeros de reparto, sustituidos por otros de mayor experiencia, pero sigue haciendo equipo, y tiene a Ucrania detrás.
«De esta guerra saldremos ganadores, puede que con el país destruido pero no vamos a rendirnos». Tras sus palabras uno adivina muchas cuentas pendientes. Y una apuesta arriesgada que reiteradamente Ucrania hace y machaconamente pierde. Aunque, como el jugador encelado, piensa: ahora será la buena. -«Tenemos que pasar por esto. Queremos ser un país ucraniano, no una colonia»-. Zelensky plantea la dura prueba como una guerra de liberación nacional. En la que muchos piensan que no hay opción. -«Si el mundo no nos apoya y nos rendimos, nos va a matar uno a uno. Putin lo hace con los suyos, qué no hará con nosotros, que fuimos esclavos hasta hace unos años»-. Tal parece que buena parte de los ucranianos entienden que, aun sufriendo, esta será su manera de liberarse del vecino «faltusu». Seguramente necesitarían del apoyo y los consejos expertos de honestos policías corteses.
En estos días Zelensky, desde el sufrimiento por la destrucción de su país, se enfrenta a la difícil negociación, en la que pesan los muertos, la necesidad de detener la tragedia y la de dar una salida al invasor, que pretende mantener en el barrio el trato respetuoso, o sumiso, al que está acostumbrado y hacer ostentación en el exterior de su recuperado estatus global , que puede llevarle a él más lejos y a los demás al caos. Difícil papeleta para un presidente que tiene que decidir hasta dónde aguantar y qué dar a la fuerza imperante en una geografía determinante, por imposible de cambiar. Seguramente esto lo estarán teniendo en cuenta los corteses policías vecinos, que sabrán aconsejarle lealmente, para parar la guerra, sin que Putin crea que quieren ganarla sin hacerla.
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