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Creo haber dicho ya que, en términos relativos, no tengo una mala opinión de nuestra clase política, es decir, me temo que no son peores que nosotros. Y vale aquello de que por malo que sea un político nunca lo es tanto como quienes son ... capaces de votarle. Berlusconi, Jesús Gil, Trump... Pero lo que realmente me acorta los telómeros es pensar en sus votantes. Todo esto viene a que algunas actitudes, algunas conductas de ciertos políticos en activo no pueden ser más que actos de falsa humildad para identificarse con sus respectivas parroquias, éstas mentalmente humildes de natural.
Ahí está, por ejemplo, Abel Caballero, alcalde socialista de Vigo, que de ninguna de las maneras puede ser el tontorolo que parece quien estigmatiza su ciudad -tan valorable por tantos conceptos- identificándola a partir de la infantiloide horterada navideño bombillil. Abel es un tío solvente que se sacrifica por su pueblo sin importarle pasar por parvo porque nos conoce, sabe a qué estímulos respondemos y la prueba es que le funciona.
Elías Bendodo, alto jerarca del PP, es otro sujeto sensato y preparado, no hay más que oírle hablar, y, sin embargo, se ha agregado al coro de descalificaciones motivadas por los frutos ácidos de la ley del 'Síessí'. Pero Bendodo lo hace en su modalidad Premium, cuando atribuye a la ley en cuestión un posible 'efecto llamada', se supone que al delito que la ley castiga, como si Bendodo imaginara una marea social dispuesta a rentabilizar la presunta rebaja de penas, en vez de 'ene' años, 'ene' menos dos, qué chollo. Debemos concluir que la irreflexiva reflexión de Bendodo solo pretende identificarse y congeniar con lo más ilustrado de su potencial feligresía, en aplicación de la estrategia de mercadotecnia política que consiste en trabajar concienzudamente a los tontos, porque tratar de llegar a los otros es mucho menos rentable, los otros no viajan a Vigo a ver luces, ya que estamos.
Para que no falte de nada en esta escueta galería de políticos despejados esforzándose en pasar por lo que no son, rematamos con la ministra Montero -la lista, no la andaluza- y su colega parlamentaria, la diputada Toscano, de Vox. La primera descalificando, desde su autoridad jurídica a un colectivo profesional en pleno, precisamente el jurídico por excelencia, y la segunda recuperando, con sus alusiones a la anterior en sede parlamentaria, una figura que creíamos extinguida, la de la mujer machista.
Pero no te engañes, en realidad los políticos no son tontos. Simplemente hacen por ser como sus votantes.
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